La caligrafía no es cosa del pasado. Con el instrumento adecuado, denota distinción y elegancia. Si además se combinan coche y pluma, transmitirá una voluntad de estilo que será motivo de loa. La unión entre las mejores firmas de estilográficas y las de automóviles de lujo lo hace posible.
¿Cómo trasladar las prestaciones de un Bentley a un objeto de bolsillo? La respuesta la tienen los artesanos de Tibaldi, la marca italiana propiedad de Montegrappa que fabrica los instrumentos de escritura que llevan el nombre de la casa de coches británica. Ambas compañías colaboran juntas desde el 2007 y ya hay una amplia gama de artículos que reflejan el diseño y el acabado de los lujosos Bentley. Una de ellas es la colección GT, inspirada en la línea deportiva Continental GT. Emplea cobre, oro y rodio, entre otros materiales, y luce la “B” de Bentley en la parte superior del capuchón. Esta familia incluye plumas cuyo precio supera los 900 dólares, así como bolígrafos en cuatro tonos que combinan con el automóvil del cliente.
Por su parte, Porsche Design, la división de accesorios y licencias del fabricante de autos Porsche, lanzó el año pasado su última pieza en materia de escritura: la estilográfica P‘3135 Solid. Con un diseño aerodinámico, como los bólidos de la empresa, y fabricada a partir de una sola pieza de titanio macizo, la pluma —con un precio de más de 1.000 dólares — cuenta con un recubrimiento de rodio y un plumín de oro de 18 quilates. El logo de la famosa marca está grabado discretamente en la superficie de la punta.
También está la marca Rolls-Royce, con el interior de sus coches adornados con un insuperable nivel de detalles: un set completo para un día de campo en su maletero; un compartimento para el champán, con sus copas de fino cristal grabadas con marcas de diamantes, y un juego de estilográficas en las ediciones limitadas de su mítico modelo Phantom. Las plumas las fabrica otra empresa británica centenaria, Conway Stewart, cuya historia, como la de Rolls-Royce, ha corrido pareja a la de Gran Bretaña en el siglo XX. Para conseguir uno de los juegos de plumas que Conway Stewart elabora para el célebre fabricante de automóviles hay más que comprar uno de sus coches, pues no se venden por separado. Los encontrará en una caja de aluminio y fina piel en el salpicadero de su Rolls-Royce. ■