La relación entre el arte y la moda siempre ha sido estrecha; es un romance histórico y legendario. Basta recordar los diseños de moda y joyería del surrealista Salvador Dalí, la gráfica de Takashi Murakami que ahora ilustra los portentosos bolsos de Louis Vuitton o esa magna exposición que cada año viste de gala los salones del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York en honor de virtuosos de la pasarela.
En efecto, es común que sean los museos los que otorguen a la moda su cualidad de “arte”, ya sea con sus muestras de trajes típicos de alguna región del mundo, sus magníficas colecciones de atuendos victorianos o sus exhibiciones de prendas inigualables que un día cosieran los diseñadores más talentosos de la historia. Sin embargo, en esta ocasión, es el arte el que nace a partir de la moda.
La sede de la firma Prada en el Soho de Nueva York ha abierto sus puertas a uno de los artistas plásticos más notables de nuestros días, Santi Moix, quien fue invitado por la casa de moda a fabricar un mural sin precedentes sobre la imagen de la gigante desnuda que adorna las paredes de la tienda.
Durante dos días, Moix se dio a la tarea de crear su mural de más de 60 metros de largo, con formas y criaturas quiméricas. Como ya es común en el trabajo del artista, sus creaciones aluden a historias épicas, con tintes surrealistas, que convierten cualquier lienzo o superficie en un mundo fantástico colmado de detalles.
Sin embargo, contrario a lo que algunos críticos hubieran esperado, la creación de Moix sobre la modelo desnuda de Prada careció de color. Elaborado en blanco y negro, el mural del artista catalán puebla el cuerpo de la modelo, más que sólo vestirla, convirtiéndola en paisaje, en tierra fértil, en mar abierto.
“Era una oportunidad perfecta para tratar la modelo como un mapa geográfico. Abordé las partes luminosas y oscuras de su cuerpo con distintos tipos de paisajes. Claroscuros. Donde había oscuridad, traté de dar vida y luz. En su cabello, creé un mar salvaje. Partes de su cuerpo eran como un gran desierto. La longitud de este cuerpo, relajado y melancólico, se transformó en un viaje”, explica Moix.
De origen español y nacido en 1960 en Barcelona, Santi Moix es hoy uno de los artistas privilegiados que conforman el catálogo de la galería Paul Kasmin de Manhattan. Con exposiciones individuales a nivel mundial, como la presentada en el Museo Nacional de Arte de China en Beijing, y varias piezas vendidas en las subastas de Tokio, Nueva York, Londres y Barcelona, su estilo es inconfundible: absoluta abstracción, a pesar de su capacidad para el dibujo, y la mezcla de influencias, desde Delacroix, Velázquez y El Greco hasta Picasso, Miró y Pollock. ■