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Si a Miuccia Prada le hubieran dicho en su época de joven rebelde que en el futuro se haría cargo del negocio familiar, convirtiéndose en una de las diseñadoras más influyentes de su tiempo, se hubiera echado a reír. Y es que nada apuntaba en esa dirección: militante comunista y feminista, se graduó en Ciencias Políticas, formándose durante varios años como mimo (aludiendo a esta actividad, declaró que se dedicó a ella como pretexto para no hablar) en el prestigioso Piccolo Teatro de Milán.
Aunque visto en retrospectiva, todo cobra sentido, ya que su naturaleza es contradictoria y siempre le gustó sorprender. Si para la joven Miuccia dedicarse a diseñar bolsos o zapatos era la peor manera de pasar su tiempo, con seguridad habría estado más conforme con el hecho de llegar a ser influyente pues, como ella misma ha manifestado en alguna ocasión, ya de adolescente lo que más le importaba era ser siempre la primera, la precursora.
Miuccia Prada inició su carrera profesional en Milán trabajando en el negocio familiar, un comercio de marroquinería de lujo proveedor de la familia real italiana, del que tomó el mando en 1977, sucediendo a su madre. Un año después conoció a Patrizio Bertelli, propietario de una empresa de productos de piel, que pronto se convertiría en su mentor y al que concedió la exclusiva de la manufactura de sus bolsos.
Más adelante se casarían y tendrían dos hijos, compartiendo no sólo su vida privada sino también la profesional, cuando Bertelli fue nombrado director ejecutivo de la casa. Parte importante del éxito de Prada se debe a la combinación del talento de ambos, ya que él está considerado como un genio del marketing. Como observó uno de sus antiguos colaboradores, Miuccia siempre busca hacer cosas raras y excéntricas mientras Bertelli se centra en cómo venderlas, definiéndola a ella como aire y a él como tierra.
“La mayoría de mi trabajo consiste en destruir ideas convencionales sobre la belleza, el glamour y la mujer burguesa”, dice Prada sobre su trabajo como diseñadora. “Es probable que no me guste la moda, sin embargo, me encanta la ropa. Nunca decidí ser diseñadora, me encontré con que lo era”.
Por otro lado, algunos críticos consideran que Miuccia Prada no hace ropa para el cuerpo de las mujeres sino para su cerebro, y ratifican que su visión única de la belleza domina la moda; otros opinan que su mayor talento consiste en su extraordinaria visión para prever cambios culturales, añadiendo que tiene el don de diseñar lo que le gusta vestir, y lo que le gusta vestir es inmediatamente aceptado.
Detrás del enorme éxito cosechado por la diseñadora, además de talento y claridad de ideas, hay mucho trabajo, por lo que tuvo que esperar hasta los primeros años de la década de 1990 para recoger su primer fruto. Todo comenzó en 1985 con el diseño de su sencilla y mítica mochila negra, inspirada en la idea de que los materiales pobres parecieran materiales ricos, y viceversa. Para ello encontró un aliado en el nailon negro usado por el Ejército italiano en los paracaídas, un material resistente, ligero e impermeable. Aunque al principio no se vendió bien, en unos pocos años se convirtió en el accesorio más buscado de los noventa, comenzando para Miuccia Prada la escalada a lo más alto del Olimpo de la moda.
En 1989, diseñó y presentó su primera colección pret-a-porter con gran éxito de crítica, y tres años más tarde presentó una segunda línea más económica llamada Miu Miu, nombre tomado de su apodo familiar e inspirada en su guardarropa, que apela a la rebeldía una vez más. “Tiene que ver con las chicas malas que conocí en el colegio, aquéllas a las que envidiaba”, declaró a la revista Time. En el año 1993, presentó la colección Uomo, inaugurando la línea de ropa masculina, y en ese mismo año recibió el CFDA’S International Award, que volvería a recibir diez años más tarde por su extraordinaria visión para prever y liderar cambios en la moda.
Es en esta época cuando se interesó por el arte, primero como coleccionista, y más tarde como promotora, inaugurando la Fondazione Prada en el 2002, institución dedicada al arte contemporáneo que ofrece a los artistas la oportunidad de crear los proyectos soñados. Siguiendo la estela de sus triunfos, en el 2001 su nombre aparece en la lista Forbes de las personas más ricas del mundo, y en el 2005 es incluida en la lista anual de las 100 personas más influyentes del mundo según la revista Time. En los últimos años ha creado el vestuario de diferentes espectáculos, y es en este campo donde ha logrado su éxito más reciente, al diseñar el vestuario del Gran Gatsby, cinta dirigida por Baz Luhmann y estrenada en el 2013, en la que se narra una historia que sucede en los años veinte, una época cuyo estilo de vestir ya la inspiró en el pasado por ser uno de sus preferidos.
Últimamente ha hecho público su deseo de entrar en la política, un mundo por el que siempre se ha sentido atraída. No en vano se doctoró en Ciencias Políticas en 1993, en la Universidad de Milán. Su labor como diseñadora la apasiona, pero la pone en su lugar al declarar que es únicamente su trabajo, y que sus intereses y aficiones van por otro lado, aquél donde se encuentran, por ejemplo, el arte y la política. ■
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