Lejos de ser profeta en su tierra, el diseñador Jaime Tresserra es uno de los grandes desconocidos del lujo español en España, aunque fuera de las fronteras de su país ha conquistado a propios y a extraños con sus exquisitos muebles. Este barcelonés lleva 26 años al frente de su empresa, Tresserra Collection, consciente de que el suyo es un negocio para minorías que no interesa tanto como los bolsos de moda.
La estructura de su compañía es pequeña. Apenas cuenta con doce trabajadores y fabrica sus productos en Barcelona, a excepción de unas piezas de piel que encarga a un taller de Ubrique, en la provincia española de Cádiz. Tresserra exporta el 95 por ciento de sus productos y para hacerlo cuenta con la ayuda de la asociación Círculo Fortuny, cuyo objetivo es promover el lujo creado en España. De hecho, esta agrupación ya cuenta entre sus filas con empresas como Loewe, Bodegas Vega Sicilia, Bodega Numanthia, Lladró y la firma de joyería Carrera y Carrera.
Los muebles de Tresserra se venden en las tiendas de la firma en París y Barcelona, y próximamente también podrán adquirirse en Nueva York. Sus diseños están presentes en lugares tan diferentes como el Hotel Arts y en el Museo de las Artes Decorativas, ambos en la capital catalana, así como en los despachos privados del Palacio Real de Catar y en los yates Andrea, Yalla, Maltese Falcon, April Fool y Fathom. También han sido usados en las películas de Pedro Almodóvar La flor de mi secreto (1995) y Carne trémula (1997).
La sofisticación delata a sus bellas, elegantes y depuradas creaciones. El precio de los muebles que fabrica Tresserra varía entre los 3.600 dólares por una silla y los alrededor de 142.300 dólares por su billar Bolero. Lo último que ha creado es una actualización de Coleccionista (de alrededor de 35.300 dólares) y Cancionero, ambos muebles verticales en los que ha insertado unos rotores para que sus dueños conserven y den cuerda a sus relojes de movimiento automático.
Hasta ahora, a Jaime Tresserra le han brotado de la cabeza más de cien modelos de muebles, entre joyeros, butacas, mesas y escritorios. En ellos prima la estética por encima de la funcionalidad, porque para la mayoría de sus clientes, dice el empresario catalán, “los muebles son esencialmente decorativos”. ■