A medida que las metrópolis se expanden y el flujo de paseantes cambia su rumbo, la faz de las grandes ciudades se transforma. Como resultado, algunos de los espacios urbanos más concurridos caen en desuso, convirtiéndose en fantasmas intocables que sólo sirven como recordatorio de épocas que se alejan del presente con una velocidad vertiginosa.
Ése es el caso, por ejemplo, de las estaciones de metro. De Nueva York a Londres, cada cierto tiempo surgen propuestas que pretenden revivir estos espacios, convirtiéndolos en rutas turísticas y museos. Estas estaciones de metro abandonadas parecen ser uno de los lugares favoritos de los intervencionistas del espacio. Aunque existen casos de éxito —como el Transit Museum de Brooklyn o las estaciones museo del Metro de Madrid—, es difícil cumplir con los requisitos que impone cada ciudad.
El Museo del Tránsito de Brooklyn tiene su sede en una histórica estación del metro neoyorquino que data del año 1936, en Brooklyn Heights, Nueva York. Es el más grande en los Estados Unidos dentro de su categoría, y explora, a través de las piezas expuestas, los aspectos culturales, sociales y tecnológicos del transporte público en el país. Por su parte, el Metro de Madrid alberga algunas riquezas que acercan al viajero a parte de la historia de la capital española, como el Museo de los Caños del Peral en la estación de Ópera o el yacimiento paleontológico en la estación de Carpetana. La remodelación de ambas estaciones supuso el descubrimiento de importantes hallazgos arqueológicos y paleontológicos, hoy convertidos en museo y abiertos a todo el público.
En esta ocasión, la tentativa de rescate surge desde las entrañas de París y sus estaciones de metro abandonadas, cuyo diseño arquitectónico las convierte en cascarones perfectos para los proyectos urbanos más alternativos.
La política francesa Nathalie Kosciusko-Morizet se ha dado cuenta de la gran intriga que estos fantasmas parecen provocar, y se ha abierto camino hasta los titulares de los diarios internacionales con peculiares propuestas para convertir estos espacios vacíos y ruinosos en sitios llenos de vida, potenciales íconos para la ciudad.
En un trabajo conjunto con el estudio arquitectónico OXO, Kosciusko-Morizet ha desplegado un catálogo de ideas para transformar estaciones de metro parisinas como la de Arsenal en una piscina subterránea o en un club nocturno.
“¿Por qué no puede París sacar provecho de su potencial underground e inventar nuevos usos para estos lugares abandonados?”, es la pregunta del grupo de arquitectos interesado en el proyecto. “Más de 100 años después de la apertura del sistema de transporte subterráneo de París, estos sitios aún son capaces de ofrecer nuevas experiencias urbanas”.
Cada una de las propuestas de Kosciusko-Morizet parece estar fundamentada en la lógica y en las necesidades básicas de diversos sectores. “Nadar en el subterráneo puede parecer un sueño alocado, pero podría convertirse en realidad muy pronto. Transformar una estación de metro abandonada en una piscina o en un gimnasio bajo tierra podría ser una forma de compensar la falta de instalaciones deportivas en algunas zonas de la ciudad”, explica.
De la misma manera, “un teatro montado sobre una plataforma en desuso podría ser un excelente escenario para artistas, coreógrafos o bailarines. ¿Por qué no abrir un bar en la estación Arsenal?”, continúa Kosciusko-Morizet. “Cerca del vibrante vecindario de La Bastille, es la ubicación ideal para ir de fiesta en el corazón de la ciudad, sin correr el riesgo de molestar a los vecinos”.
La ambiciosa visión de Kosciusko-Morizet, que empezó a gestarse durante una primera exploración que llevó a cabo hace dos décadas, consiste en transformar al menos siete de las 16 estaciones fantasmas de París en puntos de encuentro icónicos de la capital francesa. El resto de las propuestas incluyen restaurantes y salas de cine. Sin embargo, Kosciusko-Morizet ha declarado que también solicitará nuevas ideas a los parisinos. Sólo queda esperar. ■