A partir de 1996, un aumento sustancial en el acceso a terapias antirretrovirales permitió reducir la tasa de mortalidad a causa del Sida en los Estados Unidos. En los países en vías de desarrollo, sin embargo, estos medicamentos siguieron siendo costosos y difíciles de adquirir, y el número de personas infectadas y de muertes relacionadas con el Sida continuó creciendo. En esa época Jesús Aguais, consejero de la clínica de VIH del Hospital de San Vicente y del Centro Médico de la ciudad de Nueva York, comenzó a recoger medicamentos que se estaban descartando debido a los frecuentes cambios de tratamientos de los pacientes, pero que podían salvar vidas en otras partes del mundo.
Pidió a sus amigos y pacientes que siguieran su ejemplo, compartiendo y distribuyendo cualquier medicamento no utilizado y vigente. Aguais conoció por entonces a una mujer de su Venezuela natal que había viajado a Estados Unidos para solicitar un medicamento que necesitaba desesperadamente para sobrevivir. Para él, aquella mujer encarnaba a los afectados por la epidemia del HIV y Sida en los países en vías de desarrollo, y eso acabó por motivarlo para fundar Aid for AIDS. Lea aquí más sobre organizaciones sin ánimo de lucro y causas filantrópicas.
Hoy AFA opera el Programa de Reciclaje de Medicinas del VIH más grande en el mundo a través de su Programa de Acceso al Tratamiento del Sida, y ha distribuido más de 107 millones de dólares en medicamentos. AFA ha generado además el apoyo de personajes tan prominentes como el artista Tony Bechara, las diseñadoras Carolina Herrera e Yliana Yépez y el reconocido biólogo William Haseltine, ex profesor de Harvard que dirigió una importante investigación del VIH-Sida en los 80 y esposo de María Eugenia Maury, quien ha estado ligada a la organización desde 2001 como su presidenta y se siente muy compenetrada con su misión y compromiso con las comunidades marginadas. Sobre el trabajo con las comunidades indígenas, Maury sostiene que AFA es la primera organización que provee medicamentos a los indios Kuna en Panamá. “Son un grupo cerrado, pero poco a poco nos han permitido ingresar en sus territorios. Para nosotros, es muy importante dirigirnos a estas comunidades olvidadas», afirmó.
AFA es también responsable de ¿Cuánto Sabes de VIH y Sida?, un programa que utiliza técnicas de educación de parejas, teniendo como objeto prevenir la propagación del VIH mediante la promoción de una sexualidad responsable y saludable. El programa, que está en ocho países, ha ayudado a más de 143.000 adolescentes en 362 escuelas a través de cerca de 9.000 educadores y 1.100 maestros. Para Maury, la educación es la herramienta fundamental para reducir el estigma y la discriminación que aún rodea a los pacientes de VIH / Sida.
«A la gente no le gusta hablar de esta enfermedad. Aún con acceso a pruebas de laboratorio, hay quienes prefieren no saber si están infectados. Les aterra el estigma y la discriminación que generan el VIH y el Sida. Mucha gente, incluso personas de alto nivel educativo, no saben exactamente cómo se transmite, cómo se previene o cuál es el tratamiento”, aseguró Maury.
En Nueva York, donde viven Haseltine y Maury, AFA también ofrece análisis y atiende casos entre la población inmigrante. Sin embargo, debido a que los medicamentos no utilizados sólo pueden ser enviados fuera de Estados Unidos como ayuda humanitaria, a AFA no se le permite distribuirlos dentro del país. Por suerte la organización mantiene relaciones con distintos consulados en Nueva York y, a través de ellos, puede lograr acceso a grandes grupos de inmigrantes y ofrecerles análisis de laboratorio.
Para Maury, conocer a gente cuyas vidas fueron salvadas por AFA, es conmovedor. «Hace años fui a visitar la primera oficina que abrimos en Santo Domingo, República Dominicana. Conocí a una mujer que había venido a recoger su medicación. Ella inmediatamente me tomó de las manos y me dijo: ‘Quiero agradecerle a usted y a esta organización. Es gracias a ustedes que estoy viva y puedo seguir trabajando para mantener a mi familia’. Me emocioné muchísimo», recordó. «Siento una inmensa satisfacción por el trabajo que hacemos. Podemos llevar esperanza y vida a la gente», concluye. ■