Sueño, imagen y surrealismo: una conexión sugerente a la que no siempre se le ha prestado suficiente atención. José Jiménez: un curador que se hace preguntas sobre estos conceptos. Resultado: El surrealismo y el sueño, una exposición de arte cuya temática primordial es la trascendencia del sueño en este movimiento artístico, un terreno casi virgen e inédito. La exposición se presenta en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid hasta el 12 de enero del 2014.
SALVADOR DALÍ. La miel es más dulce que la sangre, 1941.
Hasta el día de hoy no ha habido una exposición que aborde monográficamente la temática del sueño en el surrealismo. La razón no responde a una falta de interés, sino a la complejidad de un tema tan profundo. Explorar terrenos vírgenes es más difícil que reinventar otros ya conocidos. Por eso, la propuesta del Thyssen ofrece una experiencia única al visitante.
El surrealismo no fue exclusivamente un movimiento artístico, también fue una actitud ante la vida que determinó en gran medida todo el arte posterior. En este contexto, el sueño fue la esencia para su consolidación.
Esta exposición se hace eco de esa huella que el sueño deja en la sensibilidad contemporánea. Pinturas, dibujos, collages, esculturas y fotografías de artistas como André Breton, Salvador Dalí, Paul Delvaux, Yves Tanguy, Renée Magritte, André Masson, Max Ernst, Jean Arp, Claude Cahun y Paul Nougé, son los cauces por los cuales nos adentrams en este viaje onírico que nos propone el filósofo y crítico de arte José Jiménez, curador de la muestra.
A las 163 obras de la exposición se le suman siete videoinstalaciones con fragmentos de películas, ya que el surrealismo es el “primer movimiento multimedia que utiliza todos los soportes, desde la pintura al cine”, explica Jiménez.
PAUL DELVAUX. El Sueño, 1935.
El surrealismo es mucho más que una corriente artística que se fundamenta en los sueños. Para los surrealistas, el sueño, junto a la escritura automática, era una vía primordial de liberación de la psique. Pero no por ello se convirtieron en meros seguidores de Sigmund Freud y su obra La interpretación de los sueños (1900), sino que lo entendían como un plano de experiencia distinto al de la vida consciente que, al conocerse, enriquecía el psiquismo.
Jiménez plantea la muestra como una invitación a seguir soñando. Para él, vivir es soñar. “El gran mensaje de los surrealistas en torno al sueño es esa idea: si renunciamos a los sueños, dejamos de vivir. Me gustaría que este gran impacto artístico que uno siente con la reunión de todas estas obras fuera, al mismo tiempo, un impulso en nuestra vida para seguir soñando, seguir planteando ideales, seguir planteando una libertad en nuestra forma de ver la cosas”, señala con pasión el curador de la muestra.
Si por un momento creímos que en la actualidad vivimos un momento de transgresión, de modernidad o fascinación, el surrealismo viene a darnos una vuelta de tuerca y nos recuerda lo que realmente es ruptura. Esta exposición es una clase magistral de historia y valores que nos llega a través de un museo como un estímulo necesario. ■