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Tan sólo al escuchar el tradicional cántico de bienvenida que comienza con aquello de “Jambo, Jambo Vana” (traducido del Swahili “Hola, hola señor”), el turista que viaja a Kenia comienza a sentirse como en casa cuando, en realidad, se encuentra a miles de kilómetros de su civilización y, al mismo tiempo, a escasos minutos de encontrarse cara a cara con el corazón de África.
Al este del continente, bordeando el Océano Índico y justo en la línea que separa el Norte y el Sur del planeta, queda el país de los Masai, en el que sólo necesitará unos prismáticos, una cámara réflex con un par de objetivos para inmortalizar cada movimiento y un espíritu abierto, para descubrir desde dentro los paisajes que dibujaba Disney en El Rey León o con los que nos deleitaba Sídney Pollack en África Mía.
Un recorrido por Kenia no puede prescindir de la visita a la Reserva Natural del suroeste, Masai Mara, unida al Parque Nacional Serengueti de Tanzania, una maravillosa oportunidad para experimentar la vida de la sabana, cubierta por cientos de acacias que, al atardecer, regalan una de las mejores vistas del game-camp.
El safari da comienzo en la reserva natural más extensa del país (1500 kilómetros cuadrados de superficie). Si no ha contratado este servicio previamente, su hotel o campamento le conseguirá un guía que, al volante de una furgoneta con techo abierto y desmontable, le enseñará dónde pasan el día las jirafas, las gacelas, los jabalís verrugosos (más conocidos como “Pumba”), los búfalos e, incluso, los guepardos, que también se cruzarán por su camino o que, agazapados, le mirarán agarrados a las ramas de un árbol.
Tiempo para enriquecer la vista, el oído y también el conocimiento. Y es que si algo le enseñará África en este viaje es a ser paciente: a disfrutar del silencio del paisaje, a observar cómo pastan las cebras, cómo las mamás babuino libran de parásitos a sus crías, cómo las gacelas de Thomson salen despavoridas al paso de su automóvil, cómo caminan millones de nyus hacia Tanzania en la época de migración o cómo el hipopótamo y el cocodrilo conviven pacíficamente en el fondo del río Mara hasta que capturan a sus presas y luchan entonces por el alimento.
Para el amante de los retos, la búsqueda de los “Big Five» (las cinco especies más representativas de África) puede convertirse en una apasionante aventura. Probablemente, después de su tercer día de safari haya divisado ya con facilidad al elefante africano, al búfalo y al leopardo (más huidizo que los dos primeros). El león puede hacer esperar al cazador en potencia, pero encontrar eventualmente al Rey de la Selva, que pace a decenas de kilómetros de cualquiera de sus enemigos, hará que olvide la espera y se deleite con la paz que, paradójicamente, desprende esta fiera
El quinto del grupo, el rinoceronte, puede ser fácilmente oteado en los lagos del Rift Valley, en concreto, en el Parque Nacional del Lago Nakuru. Un enclave de ensueño donde esta especie, en peligro de extinción (su cuerno está valorado en 50.000 dólares por tener poderes curativos que nunca han sido demostrados), convive con el resto vigilado y protegido de los furtivos por vallas eléctricas que rodean la reserva. Elmenteita, otro de los espectaculares lagos del complejo, a unos 170 kilómetros de Nakuru, comparte la fauna y flora del primero, aunque quizás sea aquí donde más de cerca podrá conocer a las familias de hipopótamos que duermen durante el día y salen en busca de comida llegada la noche.
Si cree que puede despedirse ya del safari pero no aún de Kenia, debería decidirse a tomar un vuelo hasta una de sus ciudades más emblemáticas: Malindi (Mombasa). De esta forma, conocerá no sólo el este y la costa del país, sino una nueva cultura de mezclas. Una localidad dominada por los musulmanes, repleta de rickshaws importados de la India donde los lugareños transportan de un lado a otro a sus clientes y donde el turismo italiano conforma una de sus principales fuentes de ingresos.
Desde el barco que lo transportará a las paradisíacas playas de Watamu (puede contratar la excursión en la costa, donde lo abordarán con ofertas y posibles destinos), podrá precisamente contemplar la mansión de Flavio Briatore, conocido y adinerado empresario natural de Verzuolo (provincia de Piamonte) que también ha elegido Malindi como punto de veraneo.
Tanto el safari como el ajetreo de la costa le harán conocer una parte del mundo en la que, pese a la gran diferencia cultural, no encontrará problema alguno durante este apasionante viaje. Como bien le recordarán en swahili: Hakuna Matata.■