El título no es una frase sin más. Lanzarote es, en verdad, un paraíso natural. Una isla surgida mediante erupciones volcánicas y olvidada por la mano del hombre, en el buen sentido de la palabra. Y es que los lanzaroteños, llamados también “conejeros”, no se han dejado engatusar por el turismo masivo que sufren otras zonas de España y saben que cualquier construcción o modificación que hagan en su isla sólo resultaría en un empeoramiento de lo que tienen, maravilloso de por sí.
Montañas del Fuego.
Se encuentra a 125 kilómetros (80 millas) de la costa occidental africana y es la isla más septentrional del archipiélago español canario. Ocupa una superficie de 836 km cuadrados (206.580 acres), con una longitud de 60 km (37 millas) de ancho y 21 (13 millas) de largo. Declarada “Reserva de la Biosfera” por la UNESCO en 1993, tiene un clima muy estable, con temperaturas que oscilan entre los 17 y 30 ºC. Esto hace que la isla sea un importante atractivo turístico los 12 meses del año, en los que se pueden disfrutar de sus 89 playas y más de 9 kilómetros (5 millas) de arena.
Culturalmente, es una isla que destaca por su gastronomía y arquitectura, con sus tradicionales casas blancas de ventanas verdes, azules o marrones. Para el turista, Lanzarote es un auténtico paraíso a descubrir. Todo está impregnado del estilo de César Manrique, un pintor, escultor, arquitecto y artista originario de la isla que compaginó sus vanguardistas y espectaculares creaciones con la defensa de los valores medioambientales, y que ha sido galardonado con reconocimientos tan importantes como el Premio Mundial de Ecología y Turismo en 1978.
1. / 2. / 3. Casa-Museo César Manrique Haría.
4. / 5. / 6. Fundación César Manrique.
Empezó creando El Mirador del Río, una galería excavada en la roca de un acantilado que dispone de un restaurante y de varios ventanales que ofrecen una inmejorable vista de la isla de La Graciosa. Más adelante, sorprendió al mundo con su diseño del Jardín de Cactus y del Auditorio que creó en los Jameos del Agua, una impresionante formación natural subterránea en forma de cueva de varios niveles, de 60 metros (196 pies) de largo, 22 (72 pies) de ancho y 20 (65 pies) de altura.
Los Jameos es el nombre original que se le da en “guanche” (lengua que hablaban los aborígenes canarios y que es también conocida como el “bereber” canario) a una cueva volcánica hundida, un tubo volcánico o un hoyo hecho en la lava. Son, en realidad, los agujeros que se produjeron hace millones de años como consecuencia del hundimiento del techo de un tubo de lava volcánica petrificada, y se diferencian de la cueva porque el jameo siempre está descubierto.
La artística obra que hizo en uno de estos Manrique, conocida como los Jameos del Agua y excavada en el mismo interior del tubo respetando al extremo su naturaleza, permite caminar a través del túnel milenario de lava petrificada, donde incluso se encuentra un lago natural en el que habitan unos famosos cangrejos miniatura, albinos y ciegos, únicos en el mundo. La magnífica estructura incluye un completísimo museo rodeado de exuberante y hermosísima vegetación, donde se puede encontrar toda la información existente sobre los volcanes; un bonito restaurante, perfecto para cenas románticas a media luz (sólo usan velas o luz muy tenue), que desciende por sus distintos niveles de lava hasta el mencionado lago natural. Del lago parte una angosta y serpeante senda, iluminada por antorchas y flanqueada a un lado por la lava y al otro por agua del mar, que desemboca en un maravilloso y pequeño auditorio, abierto al cielo por el agujero natural del túnel y con asientos entre las rocas de lava, en donde suelen ofrecerse conciertos a capella. La visita termina, a la salida de éste, en un bello jardín diseñado por el artista y donde también se realizan conciertos para más gente.
Formando parte del mismo conjunto de túneles que los Jameos del Agua, encontramos la Cueva de los Verdes, llamada así por una familia (apellidada Verde) que se refugió en ella de los ataques piratas. Tiene una longitud de unos 7 kilómetros (4,6 millas) de largo. Esta cueva se creó igualmente durante la erupción del Volcán de la Corona. Su belleza, casi tan sobrecogedora como la de los Jameos del Agua, la hace merecedora, indudablemente, de una visita.
1. Jameos del Agua.
2. Cueva verde.
3. La Geria.
4. Parque nacional Timanfaya.
5. La Caleta de Famara.
6. Ríos de lava solidificada junto al pueblo de Tahiche.
7. Vista desde el Mirador del Río.
Durante su visita, se puede bajar hasta la parte inferior y desde ahí se camina lentamente para deleitarse con los efectos de la luz. Atravesando el túnel puede verse perfectamente los efectos de la violenta erupción que la creó. Algunos pasajes son muy estrechos, mientras en otros lugares el túnel se amplia, creando cuevas.
Más allá de la arquitectura creada por el artista, Lanzarote ofrece parajes naturales de una belleza inigualable, como La Geria, El Golfo y Los Hervideros. La Geria es un paisaje agrario muy característico y singular, conocido principalmente por sus viñedos y bodegas, muy distintas a lo que estamos acostumbrados a ver. Aquí, los campesinos excavan grandes hoyos en el picón (que es como se conoce en Canarias a la especie de arenisca formada por piedra pómez volcánica que cubre la isla), hasta encontrar humedad, y siembran ahí sus vides, protegiéndolas siempre con unos semicírculos de piedra para protegerlas de los vientos africanos que azotan a diario la isla.
1. Vista de Lanzarote.
2. Playa la Cantería.
3. Los Hervideros.
4. Puerto del Carmen.
Siguiendo el recorrido, nos encontramos con El Golfo, un pequeño pueblo pesquero que se caracteriza por su bonito volcán, fácilmente accesible a pie por un lado, ya que su cráter se desplomó del otro lado sobre el mar durante una erupción siglos atrás, arrastrando la mitad de la montaña volcánica hacia el agua, siendo devorado por el océano y creando una bellísima laguna verde natural y una fascinante playa de arena volcánica.
Muy cerca de allí se encuentran Los Hervideros, uno de los espectáculos naturales más hermosos e impresionantes que se pueda imaginar. Allí, sobre los más de 20 kilómetros (casi 13 millas) de lava que se adentraron hace siglos en el mar, surgió un auténtico encaje de acantilados volcánicos sobre los que, día a día, baten las furiosas olas del Atlántico, continuando impasibles su milenaria erosión.
Por último, no puede dejar de verse en Lanzarote la auténtica “joya de la corona”: el Parque Nacional de Timanfaya, de origen volcánico y conocido por los lugareños como Las Montañas del Fuego. Abarca más de 25 volcanes milenarios cuyas últimas erupciones se produjeron en 1824. Muchos de ellos aún presentan actividad volcánica, existiendo puntos de calor en la superficie que alcanzan los 100-120º C y 600ºC a 13 metros de profundidad.
Toda la isla fue declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco en 1993, y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) en 1994. El Parque Nacional de Timanfaya en su conjunto está considerado la principal maravilla natural de Lanzarote, con unos paisajes lunares espectaculares. Ofrece una perfecta combinación de colores ocres, rojos y negros que se pueden disfrutar en sus rutas a pie, en autobús o en camello. Para redondear la visita, no dejen de probar allí mismo típicos productos canarios cocinados directamente con el calor interior del volcán. ■