La moderna y próspera Praga aún conserva su aire de ciudad medieval, una reliquia del pasado salpicada por más de cien torres y con sus barrios tan diferentes entre sí, cada uno con su encanto propio y excepcional. La ciudad que vio nacer al célebre escritor Franz Kafka es una urbe caprichosa a la que le agrada cambiar de estilo. Ciudad tan enigmática como romántica, cosmopolita y abierta, siempre sorprendente.
Praga es una metrópoli bañada por el apacible río Moldava, adornado con sobresalientes puentes. La ciudad, impregnada de arte y preciosismo estético, parece perdida en el tiempo. Extremadamente bien conservada, exhibe con orgullo su impresionante castillo, sus admirables palacios, museos, teatros e iglesias, y sus calles y plazas rebosantes de vida.
La urbe es un regalo del pasado, cuidado con esmero durante siglos. Praga es tan apasionante como embriagadora, una ciudad llena de historia, magia y delicadeza. Es uno de esos lugares que son una visita obligada para los turistas:
Barrio del Castillo
La silueta del Castillo de Praga, que domina el margen izquierda del río, es una de las imágenes icónicas de la ciudad. Es especialmente bello durante la noche, cuando se ilumina y se adivina al fondo la Catedral de San Vito. El Castillo de Praga fue construido en el siglo IX y está reconocido como el castillo más grande del mundo. Es un conjunto arquitectónico que alberga iglesias, monasterios, residencias cortesanas y palacios. Fue la residencia de los reyes de Bohemia, los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico y los presidentes de la antigua Checoslovaquia. Hoy es la residencia del presidente de la República Checa. La Catedral de San Vito, que es parte del conjunto arquitectónico, se empezó a construir en 1344 pero, entre remodelaciones y restauraciones, las obras de construcción no se finalizaron hasta bien entrado el siglo XX. Destacan sus vidrieras y el triforio, un bellísimo pasadizo a la altura de los pilares, que alberga una galería de bustos. Su torre, de casi 100 metros del alto, es el lugar idóneo para observar detenidamente la ciudad dorada de Praga, como se la conoce por sus torres color oro. Una pequeña caminata por las empedradas calles nos llevará al Callejón de Oro (Zlata ulic ká). En una de esas pequeñas casas de vivos colores vivió a principios del siglo XX uno de los grandes genios de la literatura universal: Franz Kafka, el autor de la Metamorfosis.
Malá Strana
Este barrio se extiende a los pies del Castillo de Praga. Constituye un distrito muy particular, pues es una pintoresca isla separada del resto de la ciudad por amplios parques y por el río Moldava. En el siglo XVII, muchas familias nobles y poderosas se establecieron en esta zona, donde construyeron sus palacios. Fue la sede de la administración política de Bohemia hasta que ésta se trasladó a Viena. Por esta razón, Malá Strana puede considerarse como una joya arquitectónica con el estilo barroco de la Europa Central. Es interesante callejear sin rumbo y comprar en sus tiendas de recuerdos y artesanías.
Plaza de la Ciudad Vieja
Es el corazón de la ciudad y fiel reflejo de la riqueza arquitectónica de Praga. Para muchos, es una de las plazas más bellas de Europa. Aquí conviven estilos como el Gótico, el Barroco y el Renacentista. En este entorno destacan especialmente el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja, con su famoso reloj astronómico construido en 1410 y cuyo carillón de apóstoles se pone en marcha cada hora, y la Iglesia de Nuestra Señora de Týn, el edificio religioso más importante de la ciudad después de la Catedral de San Vito.
Barrio Judío
Un paseo desde la Plaza de la Ciudad Vieja nos llevará en poco tiempo hasta el Barrio Judío. Según la tradición, los judíos llegaron a Praga tras la destrucción del templo de Jerusalén. Aquí se encuentra la sinagoga más antigua de Europa aún en funcionamiento. Una visita interesante es el cementerio del siglo XV, que tiene más de 12 mil lápidas visibles y en el que están enterrados más de 100.000 judíos. Se dice que Adolf Hitler tomó la decisión de no arrasar con este lugar para conservarlo como parte de su “Museo de la raza desaparecida”. Al salir del Barrio Judío, se encuentra el Bulevar de París, la calle más elegante de Praga con sus edificios de arquitectura cubista y art nouveau, y sus boutiques y tiendas de lujo.
Puente de Carlos
Este imponente puente peatonal sobre el río Moldava, que conecta la Ciudad Vieja con Malá Strana, es uno de los más fascinantes del mundo y uno de los lugares más vistos y fotografiados de Praga. Fue construido en el siglo XIV por encargo del rey Carlos IV, siguiendo el diseño del famoso puente del Castillo Sant’Angelo de Roma. Está adornado con majestuosas estatuas. Una de ellas representa a San Juan Nepomuceno, confesor de la esposa del rey Wenceslao IV, quien fue arrojado al helado río en 1393 por orden del celoso monarca. Según la tradición, San Juan Nepomuceno es un santo milagroso al que hay que pedirle con la mano izquierda tocando la base de la estatua.
Gastronomía, hoteles y compras
Entre los alojamientos con más encanto están el Golden Well Hotel, que se encuentra en Malá Strana, junto a las murallas del Castillo de Praga y a pocos minutos del Puente de Carlos y la Ciudad Vieja. Es un pequeño hotel recomendado por las más reconocidas guías hoteleras del mundo. Ocupa un edificio del siglo XVI que originalmente perteneció al emperador Rodolfo II de Habsburgo, quien se lo regaló al famoso astrónomo Tycho Brahe. Los huéspedes del hotel pueden utilizar en primavera y otoño la entrada privada del emperador, que conduce a los jardines del Castillo de Praga. El mejor restaurante de la ciudad es el Terasa u Zlate Studne, inmejorablemente situado en los terrenos aledaños al Castillo de Praga. Ofrece cocina checa e internacional con interesantes matices de alta cocina francesa. Cuenta con una atractiva terraza con preciosas vistas de la ciudad de Praga. Es ideal para disfrutar de una cena a la luz de las velas. Para comprar, nada mejor que el prestigioso cristal de Bohemia, fabricado por los artesanos checos desde el siglo XIII, aunque su calidad sólo comenzó a ser valorada desde finales del Renacimiento. Hoy es sello de pureza, lujo y garantía. Unos candelabros o unas preciosas copas para vino o licor serán un excelente recuerdo de su viaje a una ciudad maravillosa e inolvidable, tocada por un halo de misterio y magia. ■