St. Motitz, el montañoso pueblecito de los Alpes enclavado en el Valle suizo de Engadine, ha recibido a la jet set europea desde 1868, cuando el pionero de la hostelería Johannes Badrutt invitó a los primeros turistas británicos para que pasaran el invierno en los Alpes. Desde entonces, el champán no ha dejado de correr en esta aldea idílica
Paraíso de deportistas, St. Moritz es sinónimo de patinaje sobre hielo y esquí y se ha convertido en un destino de invierno obligado para los viajeros más exigentes. En este lugar puede uno ir de compras como si estuviera en Nueva York y cenar como si se encontrara en París o Piamonte, a la vez que respira el fresco aire de las montañas de los Alpes Suizos.
En el epicentro de la acción, el Hotel Carlton ha estado atrayendo público desde 1913. Las sesenta suites de este resort boutique y su spa, fueron sometidos a una renovación total en 2007 que se extendió durante dieciocho meses, redefiniendo el concepto de lujo y servicio personalizado más allá de este valle de ensueño. Glamuroso, elegante y vibrante, la remodelación de la propiedad, supone una moderna interpretación de la estructura original, dirigida por el diseñador de interiores Carlo Rampazzi. Las amplias suites ofrecen magníficas vistas del lago helado y del valle, permitiendo que la luz fresca y espectacular de los Alpes llenen el espacio, creando un ambiente informal y relajado.
El Chef Salvatore Frequente, mima a sus clientes en los dos restaurantes del hotel. Mientras que el restaurante Romanoff ofrece un marco ideal para cenas formales, con aperitivos de caviar y salmón, pastas, mariscos y carnes a la carta; el restaurante Tschine, más relajado, interpreta un concepto de comida informal y redescubre la auténtica cocina mediterránea. Para disfrutar de cócteles y aperitivos, el bar Carlton, exquisitamente restaurado, cuenta con dos magníficas chimeneas y una espectacular terraza con vistas al lago.
Después de una extenuante jornada esquiando por las laderas de las montañas (después de todo, ese es el motivo por el que está en St. Moritz), el mejor remedio para los dolores musculares es darse un capricho en el divino spa Carlton, que ocupa 13 000 metros cuadrados repletos de instalaciones de lujo. El spa tiene la única piscina interior/exterior climatizada con vistas a los Alpes, en la que los clientes pueden entregarse a la relajación y conseguir un nuevo nivel de bienestar. Y, tras su merecido tratamiento, podrá regresar a su hogar totalmente renovado y con la maleta plagada de recuerdos de la hospitalidad alpina. ■