Si en Brasil, país bellísimo tocado por los dioses, se considera al pequeño pueblo colonial de Trancoso como uno de los lugares más cautivadores de entre los muchos que atesoran, es porque posee cualidades que lo hacen único. Esta percepción no es exclusiva de los brasileños, basta darse una vuelta por el centro del pueblo y dejar que el oído vaya reconociendo las diferentes lenguas que se hablan en sus calles. Muchos de los visitantes que han pasado por aquí son personajes famosos: Matt Dillon, Leonardo di Caprio, Calvin Klein, Valentino, Al y Tipper Gore, y varios de los Agnelli, por citar a algunos de ellos. Otras celebridades, como el conde Philippe de Nicolay y Georgina Brandolini se han instalado aquí en los últimos años, principalmente en el lujoso enclave de Terravista.
Perteneciente al municipio de Porto Seguro en el estado de Bahía, São Joao Baptista dos Indios, el actual Trancoso, fue fundado en el año 1586 en lo alto de un acantilado para defender la región de los contrabandistas que iban en busca del pau brasil, árbol de cuya corteza se extrae una tintura roja que era muy codiciada en la época colonial. Hasta la década de los 70 del siglo pasado, el pueblo permaneció aislado debido a su difícil acceso, y su desconexión con el país era tal que hasta desconocían el real, la moneda en curso en aquellos años. Los primeros foráneos que se instalaron en el pueblo fueron los hijos de algunas familias pudientes de São Paulo que huían del ambiente opresivo que reinaba en el país bajo la dictadura militar y que, intercambiando tierras por mercancías como neveras de gas, vacas o cajas de cerveza, se hicieron con algunas propiedades en la localidad. Diez años más tarde, en los 80, Trancoso quedó conectado con la red nacional de carreteras, y en el 2000 se construyó una vía de doble sentido que facilitó aún más la comunicación con el exterior.
Para los amantes de la naturaleza la mejor vía de acceso a Trancoso es la antigua carretera, ya que les permite disfrutar de imponentes paisajes, prácticamente los mismos que contemplaron los colonizadores portugueses al desembarcar en Monte Pascoal: manglares, ríos de marea y exuberante mata atlántica. En la franja costera, entre Arraial d’Ajuda y Caraiva, hay decenas de playas de arenas doradas y aguas cristalinas en las que crecen palmeras y cocoteros que se recortan contra los rojos acantilados de piedra arcillosa.
La vida social en Trancoso gira en torno al quadrado, pradera rectangular sombreada por grandes árboles, con casas bajas pintadas de vivos colores y una iglesia de fachada blanca y perfil rococó, encantadora por su simplicidad. En esta plaza se celebran los grandes festejos, como el carnaval y la festividad de Yemanjá, diosa del mar en el folclore Candomblé, a la que los nativos honran bailando, cantando y tocando tambores hasta bien entrada la noche. En el verano, sobre todo en los días más cercanos a Nochevieja, el quadrado parece una pasarela de modelos debido al gran número de elegantes personajes de la jet set paulistana que lo pasean, y es en días como estos cuando uno puede encontrarse a Gisele Bündchen o Naomi Campbell sentadas a la mesa de alguna de sus terrazas. Al atardecer, se iluminan en la plaza las linternas de papel que cuelgan de las ramas de los tamarindos, mientras una suave brisa proveniente del mar refresca la noche al compás de una bossa nova.
Este pequeño pueblo de pescadores contiene la esencia de la cultura afrobahiana, fruto del mestizaje entre los indios nativos pataxó, los esclavos africanos y los colonizadores portugueses. De ahí nacieron manifestaciones culturales como la samba, las danzas afrobahianas, el sincretismo religioso y la gastronomía local, además de imprimir un carácter que se manifiesta en la naturalidad y la alegría de vivir de su gente.
Esta huella también se encuentra en la construcción y decoración de sus casas, que son dos de los elementos que más carácter dan a Trancoso. Una de las personas que más ha contribuido a la modernización de este estilo es el holandés Wilbert Das, ex director artístico de la marca de ropa Diesel y dueño de la casa hotel Uxua, conjunto de diez pequeñas residencias al estilo de las moradas tradicionales de los pescadores del lugar, situadas seis de ellas en un frondoso jardín y las otras cuatro restantes en el quadrado. La decoración de cada casa es obra suya en colaboración con artistas y artesanos brasileños, y se distingue por un ambiente cálido donde los elementos rústicos combinan sus texturas con materiales reciclados y muebles de diseño brasileño de los años cincuenta, sobre suelos de cemento pulido y coloreado. Una muestra del cuidado puesto en cada detalle es la piscina, construida en forma de lago y totalmente revestida de cuarenta mil piedras de exclusivo cuarzo bahiano, del que se dice que tiene un alto valor terapéutico.
La gastronomía bahiana está muy bien representada por el restaurante Capim do Santo, donde se ofrece la moqueca de peixe, plato estrella bahiano por excelencia que consiste en un guiso de pescado con verduras, cilantro, pimienta malagueta, leche de coco y aceite de dendê, cocinado a fuego lento en recipiente de cerámica. Otros platos de la cocina local son el acarajé, crujientes bolas de harina de frijol negro fritas en aceite de palma, y el vatapá, delicioso puré de gambas con ajo y coco. En la Praia do Espelho, el restaurante Silvinha’s se especializa en pescados frescos a la plancha, entre los que se destaca el ariocó. ■