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Así, le dieron un nuevo impulso a la empresa que la familia de su padre, Enrique Pescarmona, adquirió en 1974 y que había sido fundada en 1897 en la provincia de Mendoza, zona vitivinícola por excelencia, en el centro oeste de Argentina.
La pasión de Sofía por el vino pudo más que sus títulos de Filosofía y Relaciones Internacionales de la Universidad de TUFTS, en Estados Unidos; que la Maestría en Administración de Empresas y que los ocho años de trabajo en Buenos Aires en la empresa de telecomunicaciones IMPSAT, del grupo Pescarmona, hasta el punto que decidió volver de Buenos Aires a Mendoza. Igual le sucedió a su hermana Lucila quien, con una Maestría en Leyes, dejó su trabajo en un estudio de abogados de Nueva York porque “ya no quería una vida corporativa”, para encargarse del sector de comercialización y exportación de la bodega.
La infancia de ambas transcurrió entre Buenos Aires, Estados Unidos y el viñedo de Mendoza, donde empezaron a tomar vino desde los seis años. Para los niños “el agua con gas se ‘pinta’ con un chorrito de vino y se toma con las comidas. En casa estaba prohibida la Coca Cola”, recuerdan. Explican que el consumo de vino por parte de los más pequeños no es ningún tabú y que es parte de la cultura mendocina y del día a día. De hecho, los hijos de Sofía —Sabina y Basilio— siguen con ese estilo de vida y “están en permanente contacto con la naturaleza y los viñedos”.
Con la premisa de que “el vino es una forma de ver el mundo”, Sofía y Lucila disfrutan tanto de la vida junto al viñedo a los pies de la cordillera de los Andes, como de los viajes por el mundo presentando su producto en las ferias y participando en glamorosas fiestas del universo vitivinícola. Hoy por hoy, los Lagarde se consumen en más de 32 países, gracias a que han sabido adecuarse a los distintos mercados internacionales (por ejemplo, “en Inglaterra no toman vino con la comida”) y a una mayor participación en las ferias del rubro.
“Estamos en todos los continentes, excepto África”, le explica Sofía a azureazure.com, y destaca la rápida penetración en Asia, llegando a Vietnam, Camboya y Filipinas, entre otros. Y, por supuesto, en Dubai, que se caracteriza “por tener lo mejor de todo, y las gamas más altas de nuestros vinos”, remarca.
La iniciativa tuvo varios riesgos, ya que la joven gerente general decidió reflotar la bodega familiar en 2001, cuando el país atravesaba una de sus peores crisis económicas y sociales. “El gerente se había ido, vi la oportunidad y me tiré a la piscina. Transformé la empresa, manejé personalmente la calidad y contraté a un nuevo enólogo y a gente joven”. Lagarde pasó de facturar 250.000 dólares a 5 millones de dólares, a razón de un millón de litros de vino anuales. “No producimos más para que sean más artesanales y podamos tener partidas más limitadas”, indica Sofía.
Los Lagarde se caracterizan en general por ser vinos gastronómicos, ideales para acompañar todo tipo de comidas y los tradicionales asados argentinos. Todos los productos en sus cuatros líneas están elaborados con uvas de viñedos propios de la bodega y, si bien sus precios son relativamente altos, la relación con la calidad es excelente y son considerados vinos con “mucha clase”.
Las hermanas apuestan a un negocio a largo plazo en pos de la calidad. “Lo que cosechamos hoy lo vemos en tres o cuatro años”. Además, continúan con el proyecto innovador, iniciado en los años 80 y 90, de producir cepas no tradicionales, como el Viognier o el Moscato Bianco.
Como apasionadas del vino, las hermanas Pescarmona beben productos de todo el mundo y aseguran que es difícil limitarse a tener favoritos. Además, no creen en que la calidad se defina por los países de origen. Para ellas, el único ranking objetivo es el de ventas, y lo lideran España, Francia e Italia. ■