El príncipe Dimitri de Yugoslavia está emparentado con cada una de las 11 familias reales que reinan en la actualidad en Europa. La reina Isabel de Inglaterra por ejemplo – a quien él apoda cariñosamente Tía Lillibet- es uno de los miembros de su extensa familia que más admira, “porque su sentido del humor es tan grande y arraigado como su sentido del deber o el del protocolo”.
Apuestísimo y esbelto, de risa fácil y unos súper expresivos ojos verdes -capaces de matar con la mirada cuando alguien se comporta de forma indebida o maleducada-, S.A.R. el Príncipe Dimitri de Yugoslavia, también conocido como Dimitri Karageorgevich y apodado P.D. o incluso Dims por sus amistades más cercanas, es la imagen perfecta de la elegancia: de cuerpo y de alma.
No en balde la revista Vanity Fair lo incluyó en 1994 en su lista de los Mejor Vestidos de su Hall of Fame; ha aparecido en la película Wall Street: Money Never Sleeps, y cuenta con un refinamiento espiritual que lo distingue desde lejos.
Nacido en Boulogne-sur-Seine, Francia, Dimitri es hijo del príncipe Alexandro de Yugoslavia y de la princesa María Pía de Saboya, y nieto por parte de padre del príncipe Pablo de Yugoslavia (regente en 1934) y de la princesa Olga de Grecia y Dinamarca, y por parte de madre, del último rey de Italia, S.M. Umberto II, y de su esposa, la princesa María José de Bélgica. Además de Michel, su hermano gemelo, el príncipe tiene otros dos hermanos (también gemelos): Sergio y Helena.
La marca de un exilio forzado en su infancia
Creció con su familia en Versalles, al lado del palacio y frente al hameau de Marie Antonieta. En su casa jamás se habló el serbio-croata, sino el italiano. El dolor del exilio impuesto por los comunistas a la familia real yugoslava, la aniquilación total de su identidad nacional y de todos sus datos vitales, fue siempre demasiado intenso.
Los veranos los pasaban en la Villa Demidoff de Pratolino, un hermosísimo palacio renacentista construido en 1569 en Vaglia, Italia, por el Gran Duque de la Toscana, Francesco de Medici, y vendido en 1872 por sus herederos al príncipe Pavel Pavlovich Demidoff, que fue quien lo restauró y convirtió en la Villa Demidoff de Pratolino.
La hermosísima propiedad, ubicada al norte de Florencia, fue heredada por el príncipe Pablo de Yugoslavia, abuelo de Dimitri. A éste aún le brillan los ojos al recordar la belleza de aquellos jardines diseñados por el famoso Buontalenti y llenos de esculturas antiquísimas como el famoso Appennino de Giambologna, preciosos árboles centenarios y paisajes de ensueño en donde transcurrieron algunos de los momentos más felices de su vida.
El divorcio de sus padres y su juventud
Alexandro y María Pía se divorciaron cuando Dimitri aún tenía siete años. Su madre volvería a casarse en el 2003 con el príncipe Michel de Bourbon y Parma. Su padre, que vive actualmente con su nueva familia en París, también se volvió a casar en 1973 con la princesa Barbara de Liechtenstein, con quien tuvo otro hijo, Dushan.
Tras haber asistido a internados en Suiza y Francia, Dimitri se graduó de derecho empresarial en la Universidad de Paris. Recuerda que un día, mientras manejaba por la capital gala, lo paró un policía alegando que se había llevado un semáforo en rojo. Al contestarle Dimitri que la luz no estaba roja, sino anaranjada, el policía lo amenazó: “Para los niños ricos, es una luz roja”.
Para el joven príncipe, aquello fue demasiado parecido al comunismo que, por su odio y resentimiento hacia el capitalismo, la monarquía y las clases altas, acabó con la Yugoslavia de sus antepasados y con su realeza. Corría 1984. Sin pensarlo dos veces, se inscribió en un programa de entrenamiento de 18 meses en E.F. Hutton, Wall Street, NuevaYork. Había empezado una nueva fase en su vida.
Su aventura en EEUU y las joyas
Cuando estaba apunto de terminar ese entrenamiento, el príncipe recibió una propuesta de Alfred Taubman, Chairman en aquel entonces de la casa de subastas Sotheby’s en Nueva York, para ocupar un puesto de trabajo en su Departamento de Joyas. Por primera vez, Dimitri pudo darle rienda suelta a la gran pasión que albergaba dentro desde muy chico: ¡las joyas!
“Me encantaba ver y acariciar las joyas de mi madre y de mis abuelas, una de las cuáles heredó además las de su madre y bisabuela mía, la Gran Duquesa Elena Vladimirovna, y las de su abuela y tatarabuela mía, la Gran Duquesa Maria Pavlovna de Rusia, una colección que adquirió fama mundial por ser una de las más importantes del mundo en su día. Eran sensacionales, me encantaba jugar con ellas”, comenta.
“Es una pasión que corre en las venas de mi familia: mis abuelos, el rey Umberto II de Italia y Pablo de Yugoslavia también diseñaron joyas… ¡Hasta el príncipe Alberto lo hizo para su esposa, la reina Victoria de Inglaterra”, afirma.
Su gusto exquisito, su creatividad y su talento para este mundo hicieron que pronto se convirtiera en el Vicepresidente Senior del Departamento de Joyas de Sotheby’s, posición que ocupó 17 años supervisando todos sus aspectos, desde las subastas hasta las tasaciones, catálogos etc.
Durante todo ese tiempo, estudió también gemología en el prestigioso Gemology Institute of America (GIM), convirtiéndose así también en tasador.
En el 2002, y con la crisis de las casas de subasta en pleno apogeo, Dimitri se fue para Phillips de Pury & Luxemburg, que acababa de comprar Bernard Arnault, asumiendo el cargo de director de su Departamento de Joyas, posición que desempeñó durante dos años. Para ese entonces, el príncipe Dimitri llevaba ya tres años diseñando sus propias joyas.
Diseño y creación de sus propias joyas
Todo empezó como un juego, cuando su gran amigo chileno Alvaro Cuadrado llegó de Brasil con una colección espectacular de piedras preciosas y se hizo unos gemelos (yugos o mancuernas). A Dimitri no le gustó especialmente la montura de los mismos, y ambos se pusieron a la labor de hacerse sus propios gemelos, inventando diseños que jamás dibujaban, sino que creaban montando las piezas a mano.
Tal fue el éxito de esas creaciones que tuvieron entre sus amigos, que en 1999 lanzaron su propia línea de gemelos, que se vendía en privado así como en Bergdof Goodman y Saks Fifth Avenue. Más adelante, expandieron su colección para incluir una línea femenina de brazaletes, collares, sortijas y pendientes, todo elaborado con las impresionantes piedras preciosas y semipreciosas que ambos socios traían de Brasil, vendiéndola también en privado, en Barney’s Nueva York y en Neiman Marcus.
Más adelante, Dimitri se asoció con Salvador Assael, uno de los principales importadores de perlas, y creó una línea totalmente diferente: Prince Dimitri for Assael: The New Look of Pearls.
El nacimiento de la firma Prince Dimitri Company
En el 2008, el príncipe lanzó su nueva compañía, Prince Dimitri Company, una exclusiva línea de joyas inspiradas en todas las culturas del planeta y adaptadas a la mujer de hoy. Su magnífica sede en Manhattan ofrece también a su clientela privada el servicio Bespoke, con el cual el joyero real restaura, rediseña o vuelve a montar joyas antiguas y piedras sueltas, dándoles un estilo actual.
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