En la legendaria villa de Jerez de La Frontera, en la provincia de Cádiz, España, se producen los afamados vinos de Jerez, apreciados en todo el mundo desde hace siglos. Los vinos de Jerez son el resultado de la impronta dejada en estas tierras de Andalucía por culturas muy diversas y, a veces, de orígenes muy lejanos. Distintas civilizaciones han ido sedimentando su aportación a un producto que se precia de su extensa historia. Lea aquí más sobre vinos, licores y gastronomía.
En el año 711 da comienzo la dominación árabe en España, que en Jerez habría de durar más de cinco siglos. Durante ese tiempo, esta localidad siguió siendo un importante centro de elaboración de vinos, a pesar de la prohibición coránica sobre el consumo de bebidas alcohólicas. No obstante, se sabe que en momentos de menor fundamentalismo religioso, el vino fue ampliamente apreciado y consumido, sobre todo en los círculos más elitistas de la sociedad de la época.
De 1150 data el mapa de la región diseñado por el geógrafo árabe Al Idris para el rey Roger II de Sicilia, que se conserva en la Bodleian Library de Oxford, Inglaterra. En el mismo aparece el nombre que los árabes dieron a la ciudad de Jerez: Sherish. Este mapa fue la clave para resolver el primer pleito que los jerezanos mantuvieron en 1967 contra el llamado British Sherry, producto elaborado en el Reino Unido y que utilizaba, indebidamente, uno de los nombres de la Denominación de Origen Jerez. El mapa fue la prueba de que la palabra sherry, usada para nombrar estos vinos ambarinos en el mundo anglosajón, es una derivación del antiguo nombre árabe de la ciudad de Jerez.
Muchas personalidades históricas han celebrado las virtudes del vino de Jerez, desde William Shakespeare hasta Pablo Neruda, pasando por Alexander Fleming, Gregorio Marañón, Lord Byron, Washington Irving y Alejandro Dumas, entre otros.
En las primeras décadas del siglo XX, con el desarrollo de las comunicaciones y el transporte, el vino de Jerez continuó expandiéndose por los mercados internacionales gracias a los británicos, artífices incuestionables de la expansión de los vinos de Jerez, que contagiaron el gusto por el sherry a los habitantes de sus colonias y al mundo en general. Los protagonistas del cambio fueron, en algunos casos, comerciantes extranjeros establecidos en la zona, como Juan Haurie Nebout, Juan Domecq o Patricio Murphy, pero también cosecheros locales implicados en las fases de crianza y comercialización como las familias Cabeza, Menchaca, Rivero o López Martínez.
Hay varios tipos de vino de Jerez: Fino, Manzanilla, Amontillado, Oloroso, Palo Cortado, Medium, Cream, Moscatel y Pedro Ximenez. Su distintiva dulzura determina las preferencias personales y cómo degustarlo depende del momento del día: antes de la comida del mediodía, lo ideal es tomar un Fino o una Manzanilla; si lo toma en un lugar frío, lo mejor es un buen Oloroso. Los jereces más dulces —como el Moscatel o el Pedro Ximenez— son estupendos para terminar las comidas o para acompañarlos con un buen queso azul.
La riqueza cromática del vino de Jerez, su intensidad aromática, su sabor y su enorme variedad, son argumentos suficientes para que el Jerez no falte en su mesa. ■