El Valle del Duero, en Portugal, bien podría ser el próximo destino perfecto para el enoturismo. Los amantes del vino, muy familiarizados con Napa, Provenza y Toscana, están descubriendo cada vez más las riquezas de Portugal en lo que a vino se refiere. El Valle del Duero, es la región vinícola más antigua que se conoce. Famosa por la calidad de sus vinos de Oporto, la región está viendo cómo aumenta la producción de vinos tintos con cuerpo y blancos ligeros, cosechados en viñedos que se extienden en terrazas que bordean las laderas a lo largo del Duero. La tradición centenaria de los vinos, ha dado forma a un entorno cultural que ha sido nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La campiña tostada adquiere, por el sol, todo su esplendor en primavera, con los florecientes almendros que despliegan sus colores blancos y rosados y con un olor a madreselva que impregna el aire. También el otoño es espectacular. Las uvas se cosechan y las viñas se van convirtiendo en un manto de hojas en sepia, anaranjadas y rojizas. Los rebaños de ovejas que pastan bajo la atenta mirada de los pastores y los perros guardianes, son la guinda de este perezoso y bucólico ambiente.
No hay mucho que hacer en el valle, y ese es precisamente uno sus principales encantos. La cultura de la siesta en el norte de Portugal se cultiva con largas comidas y refrescantes descansos por la tarde, que se prestan a la relajación y a la contemplación de la naturaleza. Los paseos panorámicos en barco y los paseos en tren a lo largo de las colinas son la mejor manera de conocer este rincón de la península ibérica. El paisaje está salpicado de casas solariegas y quintas en las que el viajero puede disfrutar de la tradicional bica (la versión portuguesa del café expreso), antes de un almuerzo de salchichas caseras o mariscos frescos, mientras escucha fados, bellas canciones cargadas de melancolía y nostalgia.
Nuestra visita se centra en el Hotel Aquapura, una casa solariega del siglo XIX, totalmente reformada, que se enclava en lo alto de una colina con vistas al valle y al río. La pureza de las líneas y el moderno mobiliario de las coquetas habitaciones, causan una buenísima primera impresión. Igualmente lo hacen las lujosas villas, con piscina privada y espectaculares vistas al río. El hotel, se ubica en una región histórica que rezuma encanto medieval.
Cuando no esté relajándose en la piscina, dejándose llevar por el susurro de los cipreses y olivos, puede hacer excursiones en barco, visitas a las bodegas cercanas con catas de vino personalizadas, jugar al golf, degustar quesos artesanales y aceites de oliva, conducir por los pintorescos pueblecitos y los monasterios del lugar.
El spa del Aquapura cuenta con 24 000 metros cuadrados de privacidad y tranquilidad que ofrecen un viaje para el cuerpo y el alma a través de la meditación, el yoga, los cuidados y un ambiente de relax que harán florecer sus sentidos.
Pero la visita al Valle del Duero estaría incompleta sin el deleite epicúreo que da fama al lugar. El Oporto es el rey y los vinos ocupan un lugar primordial en todas y cada una de las experiencias gastronómicas.
En Portugal puede disfrutar de tradiciones como los mariscos, el bacalao o el pulpo servidos con productos frescos o morcilla de arroz, y si se aventura hacia el interior desde ciudades costeras como Oporto, la carne y los platos de caza son la norma. Los restaurantes locales también ofrecen especialidades como los callos con judías blancas o el cocido, similar al Pot au Feu francés o al hervido inglés. Después de una comida tan contundente, lo mejor es echarse la siesta cerca de la piscina o en su villa privada.
La tranquilidad del Valle del Duero es un reclamo para pasar unas vacaciones maravillosas, lejos del ruido y del bullicio de la vida urbana. Y usted puede ser el primero entre sus amigos en descubrir este rincón antiguo de Portugal. Hágalo, antes de que se convierta en el próximo destino de moda. ■