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En el bello resort de San Carlos de Bariloche, en la provincia de Río Negro, Argentina, se alza el hotel Llao Llao. Caminar por su laberinto de pasillos, sobre alfombras señoriales de un diseño impecable, logra crear a los visitantes la sensación de que están en un refugio ajeno al vaivén del mundo.
La cocina del Llao Llao, al mando del chef Federico Domínguez Fontán, es un referente gastronómico indiscutido de la región. Su restaurante Los Césares ofrece una cocina francesa moderna en la que se destaca el tartare de langostinos y camarones con espuma de champagne, coco y curry. A la hora del postre, es imperdible el parfait de yogur con frambuesa, la masa Bretona de vainilla o el nougatine de almendras. Como alternativa autóctona están el restaurante Asador, de comida tradicional argentina y ambiente criollo, y el Patagonia, con productos de la región, que sirve platos como el fondue de queso, la tabla de ahumados o la crema de hongos.
Arañas de astas y sillones tapizados en cuero dan la bienvenida a los visitantes del Lobby Bar, que es el lugar de encuentro por excelencia del hotel, el paso obligado hacia el jardín de invierno y donde poder probar el tan en auge champaña argentino. Un clásico de las tardes es el Té Llao Llao, donde se sirve el famoso cóctel Llao Llao creado por la sommelier Inés Bertón, así como tés en hebra, chocolate caliente, tortas y tartaletas de frutas, escones, brioches y emparedados de salmón ahumado o jamón crudo.
Para los amantes del deporte, el LLao Llao cuenta con un estratégico campo de golf de 18 hoyos con vistas únicas a las cumbres nevadas. Y bajo el cielo limpio del sur de la Argentina, las formas ondulantes de la piscina climatizada se confunden con el lago entre valles y montañas.
Espejos de agua, cipreses y araucarias, en una sinfonía de verdes con el telón de fondo de la cordillera de los Andes, se fusionan con este gran hotel de montaña que destaca tanto por su exclusividad como por su historia. ■