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El Grand Hotel du Cap Ferrat es un clásico de la Riviera Francesa. Desde los tiempos en que el Rey Leopoldo II de Bélgica visitaba la desconocida península de Cap Ferrat hasta nuestros días, en los que la palabra Riviera proyecta nuestra imaginación en tantos escenarios diferentes, este idílico paisaje mediterráneo, bañado por la cálida luz meridional y refrescado por un mar color de ágata, continúa cautivando a los viajeros. El Grand Hotel, muy bien integrado en el paisaje local, es una parte importante de la historia de la región.El histórico establecimiento, edificado dentro de un parque natural de siete hectáreas a la orilla del mar, continúa siendo el destino preferido de muchos viajeros que aprecian su rica tradición. Premiado en numerosas ocasiones a lo largo de sus ciento veintiún años de existencia, uno de sus éxitos más valorados es haber sido designado oficialmente «Palacio». Por sus características, su extensión, su ubicación y los servicios que ofrece, este hotel puede tomarse no sólo como base para recorrer la región, sino como objetivo número uno del viaje.
Aquellos interesados en aprovechar a fondo la estancia en el hotel, se harán asiduos del Club Dauphin, situado en la cima del acantilado y conectado con el edifico principal del hotel por medio de un funicular privado. El club cuenta con piscina olímpica de agua de mar climatizada, restaurante, bar y un club para niños. También se pueden ocupar durante el día las cabañas privadas, que cuentan con servicio de habitaciones. Otro de los grandes atractivos del establecimiento es el restaurante «Le Cap», premiado con una estrella Michelin y que dispone de una excelente bodega con más de seiscientos vinos. El spa, que ganó el premio Villégiature al mejor spa de Europa en 2011, se encuentra rodeado de mil doscientos metros cuadrados de jardines. Además de pabellones privados con piscina, cuenta con jacuzzi, salas de tratamiento, sauna, hamman y gimnasio.
El hotel pertenece a la localidad de Saint-Jean-Cap-Ferrat, pequeño pueblo emplazado en la península de Cap Ferrat en la Riviera Francesa o Costa Azul, entre Niza y Monte Carlo. A finales del siglo XIX y principios del XX, este territorio salvaje que se destinaba, en su mayoría, al pastoreo de ovejas y a la caza del zorro, empezó a llamar la atención de las clases altas de los países norteños de Europa, especialmente por sus suaves inviernos. La reina Victoria I de Inglaterra, pasaba largas temporadas invernales en su palacio de la colina de Cimiez, a poca distancia de Cap Ferrat, donde muchos aristócratas ingleses construyeron sus palacetes.
Ya en otro tiempo y con diferentes personajes, la Riviera se convierte en los años de entreguerras en el telón de fondo de la vida de algunos artistas y personalidades de la alta sociedad norteamericana. Hay que destacar, por encima de todos, a F. Sott Fitzgerald, el gran cronista de la sociedad más sofisticada y exquisita, aquella que convirtió la Riviera en el epicentro del mundo y que le sirve de tema a su magnífica novela, Suave es la noche.
Esta región mediterránea fue también el escenario donde varios de los pintores más importantes de la época desarrollaron parte de su obra. El pintor francés H. Matisse se establece durante años en la zona. Es este entorno tan estimulante sensorialmente el que le inspira en la exploración de formas y colores. Picasso, Chagall y Cocteau son otros de los artistas que se afincan en la Costa Azul y engrandecen su leyenda.
El cine nos da una cara más del destacado papel que juega la región en otra faceta cultural, esta vez de la mano del Festival de Cine de Cannes, que atrae cada año, desde 1939, a las más importantes estrellas cinematográficas del mundo. También a la actriz y sex symbol francesa Brigitte Bardot se la asocia con la Riviera, concretamente con la pequeña localidad costera de Saint-Tropez, de la que era asidua. ■
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