En la punta de una angosta península que irrumpe en el Lago di Garda, el más grande de Italia, se erige la serena y monumental ciudad de Sirmione, una localidad de belleza inusitada.
Vista del Lago di Garda.
El lago se encuentra a los pies de la cordillera de los Alpes, en el norte de Italia, muy cerca de Brescia y Verona, y es desde hace muchos siglos lugar de recreo para los italianos.
Lo que más sorprende al llegar a Sirmione es que se entra a pie, cruzando el puente levadizo del castillo de Rocca Scaligera. Está construido sobre las aguas y da paso a uno de los cascos antiguos más bucólicos del norte de Italia.
El castillo es una fortaleza con muros, torreones y almenas, con un núcleo central que está unido a la península por dos puentes. Fue edificado en el siglo XIII por la familia Della Scala de Verona para proteger al pueblo y al puerto, pues Sirmione siempre fue un codiciado punto estratégico de entrada al Lago di Garda.
1. Vista del lago desde el embarcadero.
2. Sirmione Castle.
3. Casas antiguas y tiendas en Sirmione.
4. Las ruinas romanas al final de la península.
Una vez dentro de la ciudad, el visitante tiene la sensación de encontrarse inmerso en plena Edad Media ante la profusión de edificios históricos que se descubren a cada paso. Además, en su interior está prohibida la entrada de automóviles, por lo que es sumamente agradable pasear por sus estrechas callejuelas con pavimento adoquinado y percibir ese aire nostálgico que impregna a toda la localidad.
Durante el recorrido, el viajero verá muchas tiendas dedicadas a la artesanía donde se pueden adquirir todo tipo de recuerdos, incluso preciadas piezas del famoso cristal de Murano, pues Venecia queda a tan solo una hora y media de viaje en auto.
Al mediodía, sus pintorescos restaurantes se llenan de turistas anhelantes por probar los deliciosos platos de pasta y las pizzas recién hechas mientras se deleitan con las vistas al lago o al castillo.
1. El Barrio Viejo.
2, 3, 4. Vistas desde la fortaleza Scaliger.
5. Las calles de Sirmione se llenan de vida en sus céntricos cafés.
El glorioso pasado romano de Sirmione puede observarse en el aprovechamiento de los restos romanos en las construcciones más modernas.
Conocerla es una delicia, pues se puede ver andando de principio a fin, y de este modo, disfrutar mejor de su ambiente, del lago y de sus monumentos, entre los que destacan la iglesia de Santa María della Neve y la de San Pietro in Mavino.
La primera es un tesoro del siglo XV con un bello porche con cinco arcos. En esta iglesia, a la izquierda de la entrada, se ubica una columna dedicada al emperador Juliano el Apóstata, quien vivió en el siglo IV después de Cristo.
1. Las estrechas callejuelas de la ciudad son ideales para un paseo sin prisa.
2, 3. El pueblo mantiene un espíritu medieval que hace las delicias de los visitantes.
4. El Castillo Scaliger junto al lago.
5. Cafés en el embarcadero.
6. Estrechas calles llevan al visitante hasta el Castillo.
La iglesia de San Pietro in Mavino data del siglo VIII, y conserva frescos en sus tres ábsides y en sus paredes.
Al fondo, tomando la Via San Pietro in Mavinas, se llega a la parte occidental de la península, donde después de andar unos pocos cientos de metros se arriba a las termas romanas de Catulo y Virgilio.
En Sirmione existen aguas termales ricas en azufre muy apreciadas desde la época romana. También en esta área se hallan las ruinas de Catulo, dedicadas al poeta romano, quien era un visitante frecuente de las termas.
El lugar es un enorme parque geológico de más de 20.000 metros cuadrados ubicado en el extremo norte de la península. Una visita al atardecer, cuando las impresionantes ruinas surgen entre los olivos, y el azul del lago baña con sutileza a la sin par Sirmione, es una experiencia irrepetible. Si le gusta la vida en los lagos, lea aquí sobre el encantador Lago Como. ■