Baviera, en Alemania, es el estado federal de mayor tamaño y el territorio favorito de los propios alemanes —de hecho, a 3 de cada 4 les gustaría vivir allí— y no sorprende, ya que es uno de los lugares más hermosos y también más prósperos de Europa, con un alto nivel de vida. Por otra parte, para muchos extranjeros Baviera representa la quintaesencia de lo alemán, lo cual no está en contradicción con el hecho de que esta importante demarcación haya alimentado desde tiempos inmemoriales su propia cultura, tenga una religión —la católica— que los diferencia del resto, manifieste un cierto conservadurismo basado en la tradición y mantenga una estructura política al margen del resto de Alemania.
La capital de la región es Múnich, que con 1,3 millones de habitantes resulta la tercera ciudad más grande de Alemania, después de Berlín y Hamburgo. Es mucho lo que hay que ver en esta bulliciosa y acogedora metrópoli, fundada hace más de 850 años, donde a la gente le encanta “vivir” la calle, pese al intenso frío que invade la ciudad durante gran parte del año debido a la cercanía de los fastuosos Alpes.
Múnich dispone de una interesante vida social y cultural de la cual los muniqueses se sienten muy orgullosos. El visitante se percata de ello de inmediato al recorrer su centro histórico, pasear por sus espaciosas zonas verdes, visitar sus monumentos y museos, degustar las típicas salchichas blancas (Weisswursts) acompañadas de la salada rosquilla de pan (Bretzel), y beber una refrescante cerveza en alguna de las impresionantes cervecerías distintivas de la ciudad. Entonces es cuando se entiende por qué a Múnich se la conoce como “la ciudad italiana más al norte”.
Existen varias zonas y lugares imprescindibles que deben visitarse en Múnich, como por ejemplo Marienplatz. Esta plaza es el centro neurálgico de la capital. Fue mercado en el pasado y testigo mudo de los acontecimientos más importantes. Turistas y residentes acuden a ella para admirar sus bellos edificios, como la Peterskirche (Iglesia de San Pedro), que es la iglesia más antigua de la ciudad, y la Frauenkirche, la catedral de la ciudad, conocida oficialmente como Dom zu unserer lieben Frau (Catedral de Nuestra Señora), un deslumbrante edificio gótico cuyas cúpulas de color verde sobresalen literalmente sobre la ciudad. En Navidad, una época estupenda para visitar Múnich, en esta plaza ocupa su espacio un precioso mercado navideño, y en sus inmediaciones se instala una pista de patinaje sobre hielo al aire libre, con puestos donde tomar el famoso vino caliente especiado que reconforta el alma y el cuerpo durante esos días tan fríos.
Muy cerca está la llamativa Augustinerbräu, la cervecería más antigua, fundada por la orden de San Agustín y ya mencionada en documentos fechados en 1328. Su amplia sala es ejemplo de la estética de los restaurantes muniqueses anteriores a la Primera Guerra Mundial. Otro punto importante es el Ayuntamiento Nuevo (Neues Rathaus), portentoso edificio construido en el siglo XIX. Su fachada está decorada con esculturas que rememoran acontecimientos históricos y leyendas de Baviera. Su torre esta coronada por el Müncher Kindl (el niño de Múnich), símbolo de la gran urbe. A lo largo del día, su famoso reloj ofrece un concierto con sus 43 campanas, mientras las figuras de los toneleros de la cerveza danzan celebrando el final de la peste que asoló la ciudad en el siglo XIV.
Las dos calles más comerciales de Múnich son Neuhauser Strasse y Kaufinger Strasse, dos vías consecutivas que aglutinan la mayor parte de los grandes almacenes y tiendas de moda, que terminan en Marienplatz. Alrededor de esta plaza se hallan numerosas tiendas de artesanía y recuerdos de la ciudad, entre los que no faltarán las tradicionales jarras de loza para cerveza o los trajes típicos tan utilizados por sus habitantes en días festivos. Antes de abandonar la plaza podemos contemplar la columna de Santa María (Mariensäule), esculpida en el siglo XVII por Hubert Gerhard, y la siempre concurrida Fuente de los peces (Fischbrunnen).
En la zona norte de la ciudad vieja contrastan sus modernas calles comerciales con sus hermosos palacios e iglesias de los siglos XVII y XVIII. Al este, se extiende el barrio de Graggenau, donde se localiza el Alter Hof (la antigua Corte), con calles y edificaciones medievales como la Hofbräuhaus, la cervecería más conocida de Múnich. Sobresale también la belleza incomparable de la gran Maximilianstrasse, un ejemplo de la planificación urbanística del siglo XIX.
Realmente interesante es salir del centro y acercarse al famoso Olympiapark, que fue sede de los Juegos Olímpicos de 1972, o al moderno complejo de la automotriz alemana BMW. También puede dirigir sus pasos hacia Maxvorstadt, el barrio de los museos, cuyo eje es Briennerstrasse. Allí los amantes de la cultura y de las artes plásticas disfrutarán al máximo en la Pinalothek der Moderne, uno de los museos de arte moderno más grandes del mundo, así como en la Alte Pinakothek, con un fondo artístico portentoso, o en la Neue Pinakothek, con obras maestras del siglo XIX. Para los aficionados al fútbol, un viaje a Múnich es la oportunidad perfecta para visitar el Allianz Arena, situado todavía más al norte de la ciudad, en el barrio de Fröttmaning. El magnífico estadio fue inaugurado en el 2005 con motivo de la Copa de Europa de Fútbol, y desde entonces se ha convertido en uno de los símbolos modernos de la capital.
Siguiendo la zona nordeste, nada mejor que pasear por el Jardín Inglés (Englischer Garten), uno de los parques más grandes del mundo, que fue diseñado a principios del siglo XVIII a imagen de los jardines ingleses. Combina una enorme extensión de bosques con una zona dominada por un lago y numerosas atracciones como la Casa de Té japonesa o la Torre china. Es muy frecuentado por los muniqueses, sobre todo cuando hace buen tiempo. Y si todavía le quedan fuerzas, puede visitar el sensacional palacio Nymphenburg, antigua residencia de la casa real Wittelsbach; el Teatro Nacional o el Museo Alemán de Ciencias, que en ningún caso le decepcionarán.
A finales del mes de septiembre Múnich está de fiesta celebrando el Oktoberfest, la fiesta de la cerveza más grande del mundo, que cada otoño, y durante un par de semanas, reúne en la capital bávara a entre seis y siete millones de personas. La fiesta se remonta al año 1810 y el motivo de su organización fue ni más ni menos que la celebración de la boda del príncipe Luis I de Baviera y Teresa de Sajonia y Hildburghausen.
Aunque lo verdaderamente típico de Múnich es comer y beber en sus famosas cervecerías, lo cierto es que la ciudad también cuenta con una excelente oferta gastronómica que permite probar la mejor gastronomía del mundo en muchos restaurantes de primer orden. Uno de los más recomendables por su estética y sofisticación, por su impecable servicio y por su interesante fusión de la cocina asiática es el Tantris, en Johann-Fichte-Str. 7, el cual ha sido recompensado con dos estrellas de la respetada guía Michelin. Las posibilidades de encontrar un alojamiento idóneo en la ciudad son múltiples, ya que la oferta hotelera es amplia y de calidad. Uno de los hoteles más lujosos es el Vier Jahreszeiten Kempinski, situado en un bello edificio del siglo XIX que fue una casa de huéspedes. Este elegante hotel de cinco estrellas es admirado por sus suntuosas habitaciones y su legendario salón para fumadores, tapizado con paneles de madera y grabados de caza. También tiene un maravilloso spa, un piano bar y su precioso Salón Nymphenburg, dedicado a banquetes privados servidos en una impresionante vajilla hecha a mano, original de Nymphenburg.
Son muchos los encantos de Múnich. Una ciudad cálida, vital y acogedora que sorprenderá por su distinción, su perfecta coexistencia entre vanguardia y tradición, y el ambiente festivo que se respira en sus calles. Y no deje escapar la oportunidad de alzar una jarra de cerveza fresca, sonreír a los muniqueses que tenga cerca y decir en voz alta y clara: Prost! (¡Salud!) ■