En la época colonial, los ingleses convirtieron al cristianismo a la mayoría de los nativos de la isla y con ello sentaron las bases para una futura convivencia que llegaría a ser un modelo para el resto del país. Sus moradores se dedicaron durante siglos a la pesca, formando una tradicional comunidad de pescadores.
En el siglo XIX, después de una larga historia de irrelevancia económica, la isla cobra visibilidad internacional debido a su potente industria ballenera, que comercializaba el aceite de ballena para faros y lámparas. A partir de entonces, el puerto de Edgartown se convirtió en un importante embarcadero donde un gran número de barcos internacionales atracaban en su bahía en busca de abrigo.
Capitanes y comerciantes adinerados de Boston construyeron grandes mansiones familiares a lo largo de Water Street, frente al puerto, siguiendo el patrón de la arquitectura clásica de Nueva Inglaterra. El hallazgo de petróleo en Pennsylvania, que con el tiempo sustituiría al aceite de ballena por sus bajos costes, causó el declive de la economía local a finales del siglo XIX. La llegada en 1872 de la línea ferroviaria a Woods Hole, en la parte continental, contribuyó a la fluidez de las comunicaciones, con lo que empezaron a proliferar en la isla las residencias de verano.
Martha’s Vineyard era también popular en aquel tiempo como lugar de reunión de los fieles metodistas que se agrupaban cada verano en grandes campamentos al aire libre en las praderas de Oak Bluffs. Muchas de las familias que se congregaban todos los años en ese lugar comenzaron a construir sus propias viviendas: pequeños cottages, o casitas de madera, pintados de vivos colores y adornados con balcones, porches y caprichosos tejados. Con el tiempo se construyeron alrededor de 350 de estas preciosas residencias de verano, conocidas popularmente como gingerbread cottages, o casitas de jengibre, que fueron declaradas monumentos históricos en el 2005.
Martha’s Vineyard es muy apreciada por sus grandes paisajes marítimos y campestres. Los visitantes, especialmente atraídos por una tradición cultural en la que todo gira en torno al mar, pueden disfrutar de la navegación, la pesca y las playas de aguas cristalinas con temperaturas ideales para un baño de mar.
En el siglo pasado, políticos y personajes célebres de la época acudían a la isla para la pesca de agua salada y la caza del pato, eligiendo para su estancia viejas granjas y campamentos rústicos. Décadas más tarde, las granjas dieron paso a las grandes mansiones y Martha’s Vineyard se convirtió en un paraíso exclusivo de personalidades ilustres. Si en el pasado Ulysses S. Grant y Richard Nixon escogieron pasar sus vacaciones en la isla, Bill Clinton y Barack Obama lo han hecho más recientemente.
Pero Martha’s Vineyard no es sólo un lugar tradicional de veraneo de la clase alta estadounidense, también muchos artistas y personajes famosos han tenido y tienen en la isla una segunda residencia, entre ellos: Spike Lee, David Letterman, Carly Simon, James Taylor, Mike Nichols y la familia Kennedy.
Una de las cosas que las celebridades valoran más de la isla es el ambiente tranquilo y discreto que les permite hacer su vida sin tener que dejarse ver con frecuencia. Al fin y al cabo, esta tierra nunca ha dejado de ser una tradicional comunidad de pescadores que cuenta con una población estable de tan sólo 15.000 habitantes.
Martha’s Vineyard es muy apreciada por sus grandes paisajes marítimos y campestres. Los visitantes, especialmente atraídos por una tradición cultural en la que todo gira en torno al mar, pueden disfrutar de la navegación, la pesca y las playas de aguas cristalinas con temperaturas ideales para un baño de mar. También son muy populares las actividades al aire libre, sobre todo los paseos en bicicleta o a pie por senderos que atraviesan paisajes naturales magníficamente preservados. Entre estos parajes sobresalen los alrededores de Chilmark, con sus vastas y ondulantes praderas, y la región de Aquinnah, con sus pintorescas escenas de serpenteantes carreteras comarcales que desembocan en dramáticos acantilados de arcilla.
Al final del día, los espectaculares atardeceres en lugares como Menemsha o Chappaquiddick reúnen una gran cantidad de personas. Y no hay que dejar de visitar las zonas urbanas, entre las que destacan la ciudad de Oak Bluff, de coloridas casitas que parecen sacadas de un cuento de hadas, y la histórica localidad de Edgartown. En esta última, son muy populares los paseos nocturnos a su imponente faro bajo la luz de las farolas, y los recorridos a lo largo del paseo marítimo, donde se alinean las nobles mansiones victorianas.
Quienes visitan Martha’s Vineyard en invierno descubren una cara diferente, pero igualmente atrayente, de la isla. Y es que no importa la estación del año que elijan para viajar, lo esencial es conocer una tierra que forma parte de lo mejor de la tradición cultural de la costa este de los Estados Unidos. ■