En la lluvia asturiana hay algo que purifica. También en el verde con el que la región abraza al urbanita recién llegado. Le limpia cada poro, le guía por recovecos que depuran hasta el alma. Y si el visitante recala en Las Caldas, los efectos calmantes del aire de Asturias, en España, se multiplican.
Las Caldas es un pueblo hermoso, recoleto y sobrado de vegetación, al que uno llega estresado y lo abandona revivido. Porque aquí, en la ribera del río Nalón, se instaló hace años un balneario consagrado a sus aguas. Quienes lo regentan ponen hoy todo su empeño en sosegar al huésped. A ocho kilómetros de Oviedo, la capital de la comunidad autónoma española de Asturias, Las Caldas es un destino vacacional en sí mismo, con dos hoteles y numerosas instalaciones dedicadas al ocio y al deporte. De sus entrañas emergen aguas medicinales, cuyo uso se remonta al siglo XVII. Vea aquí nuestra selección de hoteles y destinos de todo el mundo.
Luis Alfonso de Carvallo, en Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (1695), fue el primero que se refirió por escrito a “unos baños naturales considerados eficaces contra diversas dolencias”. Ya en el siglo XVIII se canalizó el agua termal y se construyó un edificio de baños y habitaciones para huéspedes. Y es en el inmueble de la antigua Casa de Baños donde se halla la gruta natural de la que brotan las aguas, a través de grietas en las rocas de caliza carbonífera, a una temperatura de 40 grados centígrados.
El balneario Las Caldas Villa Termal ―al que obras posteriores añadieron un amplio circuito de spa y cabinas de tratamientos― es de antigua data, pero tiene otros bloques modernos. Está AquaXana, un espacio ecotermal para chapotear en el agua y relajarse al aire libre, en sus más de 800 metros cuadrados salpicados de piscinas de diversas formas y tamaños. La cúpula semiesférica del AquaXana, a 15 metros de altura, es imponente. Asimismo, el Instituto Vida Sana propone programas terapéuticos y una dieta saludable, y aloja un centro deportivo para hacer ejercicios. Consejos y lugares para cuidar cuerpo y alma.
Lo que consigue que la estancia en Las Caldas Villa Termal sea francamente agradable son sus detalles. El Gran Hotel ―de cinco estrellas― sorprende por su espléndido Salón de los Espejos, su emblemática pasarela de hierro y sus habitaciones y suites propias de un hotel clásico, pero diseñadas con conceptos modernos de bienestar y confort. Por su parte, el hotel Enclave ―de cuatro estrellas― es algo frío en su arquitectura, pero en cuanto uno accede a las estancias antiguas una brisa relajante se instala en los pulmones. Todo está colmado de gestos amables. Lamparitas de lectura, luces que se apagan suavemente, lavandería y servicio de habitaciones las 24 horas, una tarjeta de habitación que abre las puertas del estacionamiento y de las entradas al hotel, y el acierto de construir paredes transparentes para que la naturaleza se cuele hasta en la cama.
Y, como en todo pueblo, las más variadas curiosidades: desde una vecina de unos 50 años, que se sienta en un banco público, abre su computadora portátil y habla por Skype, hasta un tablón de anuncios del que lo mismo cuelga una esquela que información sobre un taller de macramé. Desde luego, Las Caldas es un lugar original al que siempre se querrá regresar. ■