Bélgica encierra en su interior sitios de gran belleza, encanto e historia, sustantivos que se ajustan perfectamente a Gante, una joya hecha ciudad cuyo hijo más ilustre fue el emperador Carlos I, que reinó en España en el siglo XVI, la época de su máximo apogeo.
Gante, capital de Flandes oriental, está situada en la confluencia de los ríos Escalda y Lys, por lo que desde hace siglos ha sido una metrópoli dedicada al comercio y, por lo tanto, una ciudad rica que dispone de canales navegables del mismo modo que Ámsterdam o Venecia. De hecho, en el siglo XVI era, después de París, la ciudad más grande de Europa al norte de los Alpes.
Visitar esta noble ciudad es darse de bruces con un pasado pomposo, pues proliferan los palacios antiguos, los monumentos de ejemplar beldad y las coquetas plazas y calles que sirven perfectamente para ilustrar al viajero curioso y amante de la historia sobre la vida de sus habitantes en el siglo XV y XVI.
La vida en la ciudad en Gante
Si se le pregunta a alguien nacido en Gante cuál es la mejor forma de ver la ciudad, le contestarán que depende de si desea verla caminando o en barco. Yo personalmente les recomiendo que, si tienen tiempo, lo hagan de las dos formas, pues verán que la ciudad tiene dos caras. Caminando podrán descubrir todos los rincones, mientras que en barco disfrutarán al máximo de una visita sazonada con preciosas vistas y anécdotas curiosas contadas por un experto guía.
Un viaje en coche de caballos pasa por el castillo de Gravensteen
Pero a los que quieran realmente disfrutar al máximo, les sugiero dar un paseo en coche de caballos, porque al anochecer, la tenue luz del sol brillando sobre las mansas aguas de los canales, mientras se escucha el ruido de los cascos de los caballos sobre los adoquines de las calles casi desiertas, convierten el paseo en una experiencia memorable.
Jardín Botánico
La ciudad es en sí misma un museo viviente que nos habla de un pasado floreciente. Pero, por supuesto, existen hitos que nadie debería dejar de lado, como la catedral de San Bavón, donde se halla una obra maestra de la pintura mundial: el políptico de 12 tablas al óleo realizado por los hermanos Hubert y Jan van Eyck conocido como “La Adoración del Cordero Místico”, un incunable de la pintura flamenca que sobrevivió a la iconoclasia protestante, cayó en manos francesas con Napoleón Bonaparte y fue requisado por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Vean también el Castillo de los Condes de Flandes, fortaleza medieval en el corazón de la ciudad con frías salas y aún más fríos calabozos, escaleras sin fin que suben a las torres, mazmorras y un museo de la tortura. No es un lugar acogedor, pero sí impresionante. Y por favor, suban a la Torre del Homenaje, desde donde las vistas de Gante les dejarán boquiabiertos. Además, no dejen de pasear por Graslei-Korenlei, el puerto antiguo rodeado de edificios históricos como la Casa Gremial de los Medidores de Grano, la Casa de los Marineros Libres y el Spijker (antiguo almacén de trigo), todos testigos mudos del crecimiento económico de la ciudad hace ya más de 500 años.
El Retablo de Gante alojada en la catedral de San Bavón
Y, como broche de oro, no se olviden de pasar una tarde en el museo STAM, ubicado en una abadía del siglo XIV, donde podrán deleitarse con el presente, el pasado y el futuro artístico de una ciudad tan asombrosa como eterna.
Fotos: Visitflandes & Visitgent ■