El zar Pedro I quiso que se construyera San Petersburgo a imagen y semejanza de la bella ciudad alemana de Dresde, pues es difícil no quedarse extasiado ante la pasmosa belleza de sus canales y su impecable distribución urbana, que permite recorrerla y descubrirla en un agradable paseo en bicicleta.
Dresde está situada en el valle del río Elba, que la envuelve con bucólicos prados en sus orillas, y es una urbe cultural sofisticada, exuberante y verde, pues está repleta de bosques, jardines y parques.
Es una ciudad hermosa con un pasado barroco que se observa en la multitud de palacios y edificios que jalonan sus calles y plazas. Una perla cultural histórica de Europa que resurgió del desastre, tras ser prácticamente aniquilada en los bombardeos aliados efectuados durante los momentos finales de la Segunda Guerra Mundial.
Iglesia de Hofkirche en el Rio Elba
Un recorrido por Dresde debería empezar por su casco histórico y por el Zwinger. Este gran edificio perteneciente al barroco tardío fue construido en los primeros años del siglo XVIII como invernadero y salón de celebraciones palaciegas, para más tarde dar cobijo a la Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos que alberga obras tan famosas como la «Madonna Sixtina» de Rafael, o la Colección de Porcelana, considerada como una de las más destacadas del mundo. Muy cerca se encuentra el Palacio Real, destruido en 1945 y reconstruido en 1986 como Palacio de las Artes y las Ciencias. Allí se halla la Cámara del Tesoro con sus impresionantes joyas.
Kreuzkirche. Iglesia de la Santa Cruz
Veremos la Iglesia protestante de Nuestra Señora, construida entre 1726 y 1743, mientras que el arte de los siglos XIX y XX se evidencia en el Museo Albertinum. En la Ópera Semper, instituciones como la Orquesta Estatal, la Orquesta Filarmónica de Dresde y el coro Dresdener Kreuzchor ofrecen todo tipo de eventos musicales, porque hay que recordar la importancia musical de Dresde llevó incluso a Wagner a estrenar algunas de sus obras. No olviden tampoco la Nueva Sinagoga, reconstruida en 2001 en el mismo lugar donde se encontraba la Sinagoga Semper, destruida por los nazis en 1938.
En el sector conocido como La Ciudad Nueva, es muy agradable pasear por el barrio barroco, especialmente por la calle Königstraße, y justo al lado, en Hauptstraße, se encuentran los Pasajes de los Artesanos, donde antiguamente los trabajadores manuales instalaron sus negocios. Les recomiendo que paren en algunas de sus coquetas cafeterías o disfruten de la gastronomía local en alguno de sus restaurantes.
También es interesante echarle un vistazo al Mercado de la Ciudad Nueva para tomarle el pulso a la metrópoli y, por supuesto, ver el Palacio Japonés barroco decorado en el estilo chinoise tan de moda en el siglo XVII.
Derecha: Calle de la ciudad en el verano
Izquierda arriba: Vista de la ciudad desde las orillas del Rio Elba
Izquierda abajo: Albertinum: Museo de Arte Moderno
Y por último, abandónense a los encantos de los Palacios del Elba, junto a la ladera del río, donde los habitantes de la ciudad disfrutan sus almuerzos al aire libre cuando el tiempo lo permite. Están rodeados de parques y son: el Palacio Albrechtsberg, el Palacio Lingnerschloss y el Palacio Eckberg, a mi parecer el más encantador, pues su estilo neogótico inglés nos traslada al periodo romántico de una ciudad que enamora a quien la conoce. ■