A orillas del océano Atlántico, en el margen norte del golfo San Jorge y muy lejos al sur de la famosa Península Valdés, se levanta el antiguo poblado de Bahía Bustamante. De un lado, el océano intenso e indómito; más allá, los solitarios paisajes de estepa casi interminables característicos de la región, que sorprende por sus vientos indomables y su gente amable y acogedora.El rumor constante del mar y de las colonias de aves marinas llega en cada oleada del viento hasta sus calles de tierra.
El poblado de Bahía Bustamante y sus alrededores es el sitio elegido por biólogos, artistas y aventureros de todo el mundo para descubrir la intensidad patagónica. Magníficas playas de arenas blancas y aguas transparentes, resguardadas por altas rocas rojizas que contrastan con el azul intenso del mar, se alternan con roquedales y caletas donde reposan colonias de lobos marinos, pingüinos y miles de aves marinas. Tierra adentro, sorprenden las formaciones emergentes de un milenario bosque petrificado, testigo silencioso de la exuberante selva patagónica de hace 60 millones de años. Pequeños grupos de guanacos, camélidos autóctonos de la región, suelen atravesar en silencio esas ruinas naturales.
Son múltiples las maneras de disfrutar de este maravilloso entorno natural: cabalgatas, navegación entre las islas en kayak y exploraciones de las costas y la vida salvaje, así como recorridos en bicicletas de montaña o vehículos todoterrenos que le permiten al visitante conocer sitios de notable belleza sin ningún rastros de presencia humana.
El alojamiento tiene un aire exótico que combina la austeridad del pionero y la distinción del viajero exquisito. Son sólo seis villas con vista al mar y otras seis con espléndidas vistas a la estepa. Este pequeño complejo de villas asegura el más alto nivel de exclusividad, reforzado por la atención personalizada de los habitantes de la estancia. Dicen que para poder disfrutar del paraíso se debe reservar con tiempo.Para llegar a Bahía Bustamante desde Buenos Aires, se debe abordar un vuelo hasta la ciudad de Comodoro Rivadavia y, desde allí, coordinar con el personal del complejo el traslado en vehículos especiales.
La Patagonia sudamericana enamora a propios y extraños por su interminable riqueza natural que nos recuerda que sólo somos habitantes de un planeta complejo y poderoso, exultante de belleza. Magnates de todo el mundo hicieron de estas latitudes su hogar, como fue el caso del estadounidense Douglas Tompkins y su mujer Kristine McDivitt, quienes donaron cientos de acres de su propiedad a los gobiernos de la República de Chile y la República Argentina, encomendando la creación de parques nacionales que protejan la región del avance del hombre.
Para entender el poder de la Patagonia es necesario visitar sus parajes más desolados y Bahía Bustamante es el lugar perfecto para conectarse con la inmensidad. ■