A pocas millas de Madrid (España) se encuentra un hermoso rincón, situado en una rica y fértil vega a orillas del río Tajo, en el que la memoria de la monarquía española ha dejado su huella indeleble, y donde se puede disfrutar de la historia tan sólo dando un relajante paseo entre sus calles, plazas y parques. Su nombre: Aranjuez, uno de los Reales Sitios de la alta nobleza europea desde que Felipe II así lo nombrara en 1560. También tiene el título de villa desde 1899. Es por ello que es conocido como Real Sitio y Villa de Aranjuez.
Es famoso por su Palacio Real y sus jardines, por sus huertas de fresas y espárragos, y también por haber servido de inspiración al compositor Joaquín Rodrigo para su Concierto de Aranjuez. Por todo ello, y por mucho más, su paisaje cultural e histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el 2001.
La villa es en sí misma un museo al aire libre. Vale la pena pasearse por el pueblo y disfrutar de su amplia estructura radial y rectilínea construida al modo francés, con sus antiguos y bellos edificios, muchos de ellos visitables, que reflejan como fue la vida en una apacible villa real en los días dorados de la monarquía borbónica.
Al socaire de esta reposada vida palaciega grandes familias nobiliarias españolas ubicaron lujosas y magníficas mansiones como las de los Godoy, Osuna o Medinaceli. Es la corte; la corte en toda su extensión, con sus vistosos carruajes y sus joyas nunca vistas, con sus mozos y criados ataviados con lujosas libreas que traían consigo sus habladurías de palacio. Es la época de las pelucas empolvadas, de los lunares falsos colocados en sonrosadas mejillas maquilladas o en lugares menos confesables, de largas partidas de cartas y paseos al atardecer en barcos de madera (falúas) lujosamente ornamentados y conducidos por manos expertas por el dócil y sereno río Tajo.
En Aranjuez hay que visitar ante todo el Palacio Real y los Jardines Reales que poseen un plácido aire relajante y huertano, acorde con la belleza de la naturaleza circundante, y que tiene mucho que ver con que esta residencia real fuera construida como lugar para pasar la primavera.
El Palacio Real lo comenzó a construir Felipe II, con planos de Juan Bautista de Toledo, y más tarde ampliado bajo la dirección de Herrera, el arquitecto del Escorial. Destruido en parte el edificio inicial por un incendio, Felipe V volvió a mejorarlo, dotándola de una monumental escalinata y de una estructura y decoración más afrancesada.
Entre las dependencias recomendables: la capilla, con un altar de ágata y pinturas de Maella y Bayeu; el salón de Porcelana, con obra de maestros de Capodimonte; el salón del Trono, con su mobiliario rococó, y los tapices de Bruselas.
Los Jardines Reales son soberbios. El del Parterre y el del Rey destacan por la fusión concebida por el ingeniero Marchand en 1727, que consiguió crear un magnifico lugar de recreo para los reyes en su día y para los curiosos transeúntes de hoy. Junto a la fachada oriental del Palacio Real, está el Jardín Nuevo o del Parterre, que destaca por sus tres fuentes: la de Hércules y Anteo, la de Ceres y la de las Nereidas. También merece la pena visitar el Jardín del Rey y de la Reina, el Jardín de la Isla y el Jardín del Príncipe.
Para alojarse en Aranjuez es idóneo el Hotel NH Príncipe de la Paz por su céntrica ubicación en un inmueble del siglo XVII. Algunas de sus habitaciones tienen la particularidad de poseer preciosas vistas al Palacio Real.
Para comer nada mejor que la modernidad del Restaurante Casa José, galardonado con 1 estrella Michelin. Gastronomía creativa que aprovecha lo mejor de la huerta cercana. Si prefiere algo más clásico, no se pierda Casa Pablo, un restaurante-taberna con ambiente taurino y típicamente español. Mucha clase, cocina autóctona y servicio esmerado. ■