La Grand-Place en primavera con sus clásicos cafés.
La capital de Bélgica, Bruselas, es una ciudad que sorprende por su enorme patrimonio artístico, que encontrará no sólo en sus museos sino también en cada rincón de la urbe.
Esta bonita ciudad posee una gran herencia Art Nouveau y Art Déco, con sus esgrafiados típicos, balcones de hierro forjado y bellos trazos curvilíneos. Es además conocida como la ciudad del Noveno Arte (el comic) al poseer museos de personajes tan conocidos como Lucky Luke, Tintín o los Pitufos.
Si tuviéramos que elegir una maravilla, y probablemente la quintaesencia de Bruselas, no podría ser otra que la Grand-Place, Patrimonio de la Unesco. Al verla por primera vez, el dramaturgo francés Víctor Hugo, exclamó: “Es la plaza más hermosa del mundo”.
Un gigantesco tapiz de flores en la Grand-Place
La Grand-Place está limitada por unas bellas casas gremiales del siglo XVII y un ornamentado ayuntamiento del XV y es, sin duda alguna, el centro neurálgico de la capital belga. Es un gusto sentarse, en primavera o verano, en alguna de sus terrazas y degustar una buena cerveza artesanal, dejándose atrapar por la historia mientras se observa el ir y venir de los turistas.
A pocos metros, encontrará una de las figuras más controvertidas de la capital: el famoso Manneken-Pis, una pequeña fuente en la que destaca una figura de bronce que representa a un niño de corta edad orinando. Cuenta la leyenda que, con su gesto, apagó la mecha de una bomba destinada a la monumental plaza. Sin embargo, para los bruselenses personifica su carácter irreverente.
La vida en las calles de la capital belga.
En este mismo perímetro se alzan las Galerías Reales de Saint-Hubert, inauguradas en 1847. Bajo su sublime cristalera, se dan cita las mejores marroquinerías, chocolaterías y boutiques de lujo de la ciudad.
El genial artista belga René Magritte vivió gran parte de su vida en Bruselas, y en el céntrico museo homónimo, situado en la calle de la Régence, disfrutará de los mejores cuadros de uno de los mejores pintores surrealistas de la historia.
Por otro lado, pasear por el centro metropolitano es toparse con sus cafetines, establecimientos típicos que a media tarde están siempre atiborrados de gente. También es muy agradable visitar las calles con mercadillos, como el de la Place du Jeu de Balle, o acercarse al entramado de edificios que forman el gobierno de la Unión Europea o al Atomium, un monumento singular creado especialmente para la Exposición de Bruselas de 1958 como un cristal de hierro aumentado miles de millones de veces.
Abajo: Plaza de Petit Sablon
Por su parte, la Avenue Louise y la Rue Dansaert son ideales para ir de compras y familiarizarse con el diseño belga. El barrio de Saint Jacques, por otro lado, es el epicentro de la moda vintage. Al caer la noche, Bruselas revela su personalidad más ociosa con una amplia oferta de conciertos, clubes y discotecas.
Además, los amantes de la gastronomía están de enhorabuena, pues aquí fue donde se creó el primer chocolate praliné, y el mundo del chocolate es una pasión belga, como también lo es la cerveza y la patata frita, una invención creada originalmente para burlar el hambre.
Museo Real de Bellas Artes.
Cosmopolita, vitalista y colorida. Así definen Bruselas quienes tienen la oportunidad de visitarla.
Fotos: Cortesía de Wallonia-Brussels Tourism (WBT) ■