En 1985, Atenas, cuna de la civilización europea, fue la primera ciudad en ser designada capital europea de la cultura, título creado con el fin de promover su gran riqueza cultural. A partir de esa fecha, anualmente se eligen una o dos ciudades europeas que durante todo un año representan a Europa en el mundo, elección que en el 2013 ha recaído en la ciudad francesa de Marsella y en varias comunas de la Provenza. El pasado 12 de enero, a las 7 de la tarde, se pudo oír en esta ciudad mediterránea el grito unánime de miles de gargantas acompañado del bramido de las sirenas del puerto y de las campanadas de todas sus iglesias, en lo que se llamó el Grande Clameur (el gran clamor), que inauguró su condición de capital cultural europea del 2013.
Esta gran urbe de más de 2.600 años de historia y vocación marítima y comercial ha sido a lo largo de su historia, lugar de paso de los flujos migratorios, forjándose a través del tiempo una identidad multicultural y cosmopolita. Es a este espíritu abierto al mundo, representado en sus dos grandes puertos, al que el gran evento cultural quiere rendir homenaje, tomando como hilo conductor el mar Mediterráneo.
Estructurado en tres grandes capítulos, el primero de ellos tuvo lugar entre los meses de enero y mayo bajo el nombre de Marsella, Provenza, con énfasis en la tradición de la hospitalidad local no sólo hacia las personas, sino también hacia los nuevos territorios del arte. El segundo, A cielo abierto, se extendió de mayo a agosto y aprovechó la bonanza estival para propiciar el contacto con la naturaleza, los espectáculos y conciertos al aire libre y los festivales de verano. El último capítulo se desarrollará entre septiembre y diciembre bajo el título de Marsella, Provenza de los mil rostros recogiéndose, en la intimidad de los paisajes otoñales, el arte de vivir, las cocinas ribereñas, las nuevas escrituras y las obras y figuras emblemáticas del arte y el pensamiento mediterráneo.
El programa, financiado con casi 100 millones de euros, contiene más de 400 acontecimientos artísticos y culturales para los que se han inaugurado diez nuevas instalaciones, siendo la joya de todas ellas el MuCEM, Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo, diseñado por el arquitecto argelino de origen francés Rudy Ricciotti, que se compone de un sencillo cubo de cristal recamado por una rejilla con caligrafía de arabescos, ubicado a la entrada del Viejo Puerto y asentado en una inmensa plataforma sobre el agua.
El edificio está integrado en el proyecto urbanístico del llamando Front Mer, ubicado en el antiguo malecón y que se ha convertido en el nuevo faro cultural de esta renovada Marsella. También destacan el edificio que aloja el Fondo Regional de Arte Contemporáneo, el FRAC, erigido por el arquitecto Kengo Kuma, así como la fantástica Friche La Belle de Mai, antigua Fábrica de Tabaco que acoge obras de arte contemporáneo, y el enorme y gigantesco almacén portuario denominado J4, consagrado a las artes plásticas.
Un acontecimiento muy novedoso está siendo el Centro Pompidou ambulante, primer museo nómada que bajo unas carpas diseñadas por el arquitecto Patrick Bouchain, acerca a pueblos y ciudades periféricas a obras de Mattise, Picasso o Braque de la colección parisién.
Al final de este año las celebraciones habrán terminado pero las vivencias de ese tiempo quedarán en la memoria colectiva de una ciudad que, con una fisionomía recién estrenada y un tradicional espíritu de acogida, espera atraer a nuevos visitantes. ■