Siena, ubicada en la Toscana, una de las regiones más hermosas y distinguidas de Italia, es reconocida en todo el mundo por ser una ciudad plena de arte que posee intrincadas callejuelas, barrios con un pasado glorioso, torres medievales y palacios que trasladan al visitante a la época de máximo esplendor en el Renacimiento italiano.
La fama internacional de Siena le viene dada por sus célebres carreras de caballos que se realizan desde mediados del S.XV en la bella Piazza del Campo, situada en pleno centro de la urbe y cuya disposición circular en forma de anfiteatro, la convierte en lugar idóneo para la celebración de sus carreras de caballos.
La carrera toma su nombre del premio: el Palio, del latín pallium (mantel de lana), un tipo de tela muy apreciado destinado a engalanar las iglesias.
El Palio de Siena es una competición entre las 17 contradas (distritos de la ciudad), en forma de una carrera hípica de origen medieval que se desarrolla dos veces al año: el 2 de julio, en honor de la Virgen de Provenzano, y el 16 de agosto, la más concurrida y esperada, en homenaje a la Asunción de la Virgen.
Siena se convierte durante esos días en un lugar bullicioso, con sus preciosas calles engalanadas con vistosas banderas y estandartes al estilo de las justas medievales, con gentes ataviadas con los colores de sus distritos cantando, bebiendo y comiendo en la calle.
Y es que el Palio es en Siena el equivalente a la Super Bowl en Estados Unidos por las pasiones y rivalidades que despierta. Pero eso sí, siempre en un tono divertido y con esa jocosa burla gesticulante que emplean con tanta gracia los italianos.
Todo transcurre de la misma forma desde hace cientos de años. Al alba del 16 de agosto los habitantes de Siena acuden muy temprano a la Misa del Fantino (Misa de Jesús niño), y posteriormente un fuerte disparo de cañón anuncia en la Piazza del Campo el comienzo de la provaccia (prueba), la última carrera para verificar que todo es correcto.
Posteriormente, los caballos y sus jinetes vuelven a sus respectivos distritos acompañados de sus vecinos, y se dirigen a su iglesia, donde cada prior bendecirá al caballo y al jinete y les deseará la victoria. Desde allí, se dirigirán con su cada vez mayor séquito al Palacio del Gobierno, en la Piazza del Duomo, donde con el resto de sus oponentes comenzará un desfile conocido como Cortejo Histórico, que atravesará las principales calles del centro, en el que pajes, caballeros, princesas y demás personajes de la época, todos ellos ataviados con insignias y estandartes de sus diferentes contrades, al solemne ritmo de ceremoniosas bandas de tambores, y durante aproximadamente dos horas, recordarán la inmensa notoriedad de aquella Siena que antaño, en el S. XVI, disputaba a Florencia la hegemonía de la Toscana.
En este momento, y ya en la Piazza del Campo, la emoción se vislumbrará en los ojos de los asistentes, todos contendrán la respiración y suspirarán nerviosos. Llegará el silencio mientras los caballos y sus osados jinetes se colocarán en la línea de salida, algo que no resulta nunca fácil y que en ocasiones ha llegado a retrasar la carrera más de una hora debido a la rivalidad de los contendientes.
Al sonar el cañonazo, la plaza entera rugirá. Cada uno de los jinetes porta un pequeño látigo para animar a su caballo o para espolear al oponente, pues las reglas de la carrera no observan las buenas formas entre caballeros. Tres vueltas completas son necesarias para finalizar la carrera. Hay curvas muy peligrosas donde se golpean tanto los caballos como los jinetes. Tiene muy mala fama la curva de San Martino. Algunos salen malheridos mientras sus equinos siguen la carrera ya sin ellos. Ha habido ocasiones en las cuales de los 10 oponentes, tan sólo dos han llegado a la meta. Todos se dejan la piel por su contrade y por el honor que ello conlleva ya que dura todo el año, exactamente hasta la siguiente edición del Palio.
La victoria será tan sólo para un distrito que celebrará el triunfo toda la noche, no sin antes pasar por la iglesia de Provenzano para dar las gracias al patrón de la fiesta. Un jolgorio exagerado que durará toda la noche en el que todo el mundo es bienvenido.
Alojarse durante esta fiesta en el mismo Siena es poco recomendable por el enorme alboroto que se genera, por lo que es aconsejable que encaminen sus pasos a las afueras de la ciudad y se dirijan al impresionante hotel Aia Mattonata Relais, una antigua casa de campo del S.XVI, perfectamente restaurada con 5 cuidadas habitaciones, donde podrá disfrutar de bañera con hidromasaje, baño turco o darse un chapuzón en la piscina situada en su jardín toscano con espectaculares vistas.
En cuanto a la cocina de Siena, es de sabores naturales y aromas particulares gracias al abundante uso del ajo y hierbas aromáticas como el hinojo y el estragón. Un buen lugar para degustar los suculentos manjares toscanos es la Taverna di San Giuseppe en la via Giovanni Dupré, todo un clásico donde probar platos típicos como los pici, grandes espaguetis hechos a mano; la ribollita, sopa de hortalizas y habas servida encima de pan tostado; los asados mixtos, el queso pecorino, la minestracci (menestra de verduras), las setas, y el jabalí de Monticiano. Y no olviden los grandes vinos de la zona como el Chianti Colli Senesi, Colli dell’Etruria Centrale, San Gimignano, Brunello de Montalcino y el noble vino de Montepulciano.
El Palio de Siena es una buena oportunidad para conocer al detalle la Toscana, una región de Italia que probablemente siempre llevará en el corazón y un lugar al que querrá regresar. O como dicen los italianos: “Sarai sempre nel mio cuore” (siempre te llevaré en mi corazón). ■