Belén Domecq es una de las interioristas más reconocidas de España. Domina el arte de crear espacios que perduran, ambientes de líneas depuradas y acogedoras sin renunciar al diseño. Suyo es el proyecto de las bodegas Vega Sicilia, y ha construido los hogares de una extensa lista de renombrados clientes de los que prefiere no hablar, porque considera que la discreción es la base esencial de su trabajo. Está casada con Álvaro de San Nicolás y Olalquiaga, hijo del Marqués de San Nicolás, que es guapo como un galán de cine antiguo. Tienen tres hijos, cuyas fotos ocupan un lugar preferente en la mesa de trabajo de Belén. Nos recibe en las oficinas de su empresa, Grupo Cosmic. Un lugar amplio y acogedor en el que resulta fácil sentirse cómodo.
Belén Domecq.
Es guapa, elegante y proviene de una familia aristocrática. Pasó su infancia en el Palacio de Benavente, en Jerez de la Frontera (Cádiz), un edificio renacentista de seis mil metros con fachada neoclásica. Su padre, Manuel Domecq Zurita, trabajaba en las bodegas Domecq y por su hogar han desfilado personajes ilustres y variadísimos: desde el Príncipe Carlos de Inglaterra al gitano Manuel Morao, Rocío Jurado o la mismísima Sharon Stone. “En casa se rodaron secuencias de Sangre y Arena, una de sus primeras películas. Recuerdo que la actriz lloraba mucho tras sus primeras escenas eróticas. Mi madre la consolaba y le daba tilas, y ella le cogió tanto cariño que nos estuvo enviando felicitaciones navideñas durante muchísimos años”, recuerda Belén con una sonrisa.
Belén Domecq.
Cuando tenía trece años, tras una infancia que así contada parece idílica, sus padres la enviaron a estudiar a Inglaterra. Después se marchó a París y acabó su formación como interiorista en Madrid, en la IADE (Institución Artística de Enseñanza). Probablemente podría haber elegido un camino más fácil, porque tiene aspecto de princesa aunque vaya vestida de ejecutiva, pero la pasión por la belleza y por el diseño le hicieron salir de un entorno cómodo, enfundarse en un atuendo de obra y empezar su carrera al pié del cañón, entre polvo y ladrillos. “Comencé con Pascua Ortega, uno de los referentes nacionales en decoración e interiorismo, y hacía de todo: barría, ordenaba, llevaba recados…y todo sin cobrar ni un duro”, nos cuenta la guapa decoradora.
Poco a poco se convirtió en la mano derecha de Pascua, hasta que él mismo, dándose cuenta de que Belén debía volar, la animó a independizarse. Entonces creó su propia empresa y empezó a generar negocio diseñando y ejecutando obras, hasta que tuvo que elegir: “O derivaba hacia el ladrillo o hacia al diseño, y lo vi claro. Diseñar es lo que me gusta, aunque suponga ganar menos dinero”.
Fundó Grupo Cosmic en 1999, y desde entonces ha estado al frente de 140 proyectos en los que se deja la piel. “Para nosotros diseñar es como parir. Hay que concebir un proyecto y encontrar su esencia. Después se tienen en cuenta muchos factores. La ubicación es esencial para definir el concepto. El clima, la luz, las personas que habitan el espacio y su manera de vivir también son factores clave. Son muchos los ingredientes necesarios para definir a dónde queremos llegar”.
El objetivo es llegar a la simplicidad depurando las complejidades. “Creo en los espacios contemporáneos pero cálidos. Me gusta sentirme acogida en un ambiente de diseño, y aunque hago pequeños guiños a la tendencia, creo que hay que huir de ella. Nuestros proyectos requieren una inversión y deben perdurar en el tiempo. El concepto de tendencia es opuesto al de perdurabilidad”. Por eso no es amiga de las modas: “Sólo hago pequeñas concesiones a la moda en el diseño, en los colores que se llevan, toques decorativos concretos como una tapicería de sofá, que puedes cambiar dos años después. Pero la arquitectura va más allá”.
Los viajes son su inspiración. Es una apasionada de Italia, los países nórdicos y Estados Unidos. México también ocupa para ella un lugar preferente: “Adoro a Barragán porque él, junto con Mies Van Der Rohe, supusieron el nacimiento de la arquitectura contemporánea”.
Belén Domecq intenta aprender de todos y sabe apreciar el éxito ajeno, porque cree que en este mundo nadie regala nada y que detrás del reconocimiento siempre hay mérito y aportación. “La gente viste mejor desde que existe Zara y decora mejor desde que existe Ikea”. Apuesta por el diseño como una vía de escape al estrés. Cuando le pido consejos para decorar mi casa, me dice que tengo que construir “un lugar de refugio en el que disfrute de mis aficiones y en el que aumente mi sensación de armonía interior”.
Suena precioso pero ¿podría darme algunas sugerencias?, le pregunto: “Utilizar tonos claros en lugares que están situados en la playa o en la montaña, y colores cálidos en entornos urbanos que suelen ser fríos. El diseño es equilibrio, son proporciones y eso se refleja en todo. Los materiales y su esencia también son fundamentales. Sólo podrías tener tu casa repleta de madera en medio de las montañas heladas, sino los elementos te queman”.
Confiesa que no es buena a la hora de venderse a sí misma, pero confía en el trabajo bien hecho como la mejor forma de darse a conocer y crear reputación. No se equivoca. A pesar de la crisis del ladrillo en la que se encuentra España, Belén continúa trabajando sin parar y estamos seguros de que seguiremos hablando de ella y de sus obras. ■