La coleccionista Solita Cohen cuenta con orgullo que su pasión por el arte fue inculcada por sus padres, Sadie y Simy Cohen, cuando era apenas una niña y crecía en su Caracas natal. Ávidos coleccionistas ellos mismos, los Cohen han ido creando a lo largo de su vida una importante colección de obras del siglo XIX y XX que incluye maestros como Chagall, Renoir, Picasso, Botero y Manolo Valdés, entre otros. Como les sucedió a ellos, la pasión de Solita por el arte con el tiempo se tradujo en su propia e impresionante colección, en su caso, de arte latinoamericano contemporáneo.
La hermosa caraqueña nos da la bienvenida en su apartamento de Bal Harbour, Florida, donde nos habla de los recuerdos que tiene de su padre, sus visitas a las galerías de arte y museos, y las incontables horas que ambos dedicaban a la contemplación y comprensión artística. “Puedo sentarme delante de un cuadro durante horas y contemplar y reflexionar, en función del estado de ánimo, sobre mi propia existencia”, dice Cohen. “La obra de arte siempre responde. El día que deje de hablarme, se convertirá en irrelevante”.
Su ayuda a los artistas emergentes
Conocida como mecenas del arte del más alto nivel, Cohen también ha contribuido al reconocimiento de artistas emergentes a través de sus colaboraciones con museos y galerías. Su presencia en los círculos de arte tiene un propósito muy concreto: dar mayor visibilidad al arte y a los artistas de América Latina, y ubicar sus obras en las colecciones de museos, galerías y ferias de arte, junto a obras maestras de los siglos XX y XXI.
“Primero tenemos que saber quiénes somos y apoyar nuestro arte. De esa manera, los demás lo respetarán y admirarán también, como lo han hecho los brasileños que han abierto brecha en este campo”, explica Cohen, quien mantiene estrechas relaciones con el mundo del arte como miembro de los comités de adquisición o de las juntas de prestigiosas instituciones. Algunas de estas son desde el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Tate Modern de Londres y el Museo de Arte de Miami, hasta el Museo Jacobo Borges en Caracas, el Museo de Arte Contemporáneo de Montreal y el Museo de Israel, en Jerusalén, entre otras.
Su primera compra de una obra y lo que significó
Licenciada en Letras y Derecho y con una Maestría en Ciencias Políticas, Solita Cohen comenzó su colección después de su matrimonio con el empresario colombiano Steven Mishaan, de quien se divorció en 2018, que también es un apasionado del arte.
Prueba de su buen ojo y su inteligente intuición fue su primera adquisición, en 1985: una pintura, La cruz del sur, de Guillermo Kuitca, un artista argentino relativamente desconocido en aquel momento. Su apuesta ha dado frutos. Hoy Kuitca es, quizás, el pintor contemporáneo más reconocido de Argentina. Sus obras forman parte de las colecciones de algunos de los museos más importantes del mundo —como el Museo Metropolitano de Nueva York o el Reina Sofía en Madrid—. Y ha representado a su país en eventos mundiales como las bienales de Venecia y Sao Paulo.
“Kuitca fue y sigue siendo una inspiración para mi colección. Adoro su humanismo, su enfoque atemporal del sufrimiento, los conflictos de género y el malestar global”, comenta Cohen. “Es un gran amigo de la familia y hemos compartido juntos su éxito.
La colección de arte de Cohen
La colección de arte de Solita Cohen comprende obras de artistas reconocidos y artistas latinoamericanos emergentes de todas las partes de la región, desde México hasta Argentina, pero también dedica una mirada a la historia del arte para encontrar artistas que, a veces, han sido olvidados tras dejar un legado de importantes contribuciones al arte, como la brasileña Anna María Maiolino.
La gran visión de Cohen se materializa en una impresionante fusión de los nombres más importantes de varias generaciones de artistas latinoamericanos. Ha reunido artistas que hablan en diferentes lenguajes formales (pintura, escultura, fotografía, instalación, video y performance) y las piezas de su colección establecen una charla armoniosa y equilibrada entre ellas, sin la cacofonía que pudiera haberse derivado de su diversidad. Cada obra y cada artista es parte integral de la colección, por causas muy concretas. “Algunas de las piezas me recuerdan hitos personales en mi vida, como mi matrimonio o el nacimiento de mis hijos”, dice la coleccionista.
Un tema que destaca en su colección es la relación del hombre con su entorno, que se representa en la obra de Kuitca y del brasileño Ivan do Espirito Santo. La memoria, sin nostalgia y como testigo de lo que somos, lo que hemos hecho y hacia dónde vamos, en las obras del mexicano Iñaki Bonillas, el brasileño Daniel Senise y los colombianos Mateo López y Carlos Rojas, es quizás el alma y la inspiración de esta colección, que también se ocupa de las cuestiones de la identidad como un vehículo para la comprensión de uno mismo y de sus raíces.
La importancia de los orígenes
Cohen ha desarrollado su propio argumento con una perspectiva personal: “Conocer y comprender los orígenes de uno es fundamental para el desarrollo de nuestra riqueza intelectual, nuestra proyección y nuestro éxito”, afirma.
Todo coleccionista se convierte en administrador de un modelo cultural o artístico concreto, pero Cohen, quien es agente cultural, también está comprometida con los problemas de quienes crean el arte y lo inspiran. Según la coleccionista, la utopía de su colección refleja su compromiso y responsabilidad, sus sueños de un mundo mejor, algo que no ha sido posible en América Latina durante siglos y que ahora, al menos en la obra de Alfredo Jaar y el cubano Carlos Garaicoa, entre otros, surge como esperanza.
Las preocupaciones formales y la geografía de los procesos de pensamiento de América Latina también se muestran en la colección, representadas por el brasileño Marcius Galan, el venezolano Elías Crespin y los colombianos Miler Lagos, Leyla Cárdenas y Barbarita Cardozo, por nombrar sólo unos pocos. La colección de Cohen presenta una sinopsis de la realidad latinoamericana, con su belleza y desequilibrio económico, su distribución social, la culpa y, por qué no, su redención.
Remodelación de su apartamento
Sentada en su amplio comedor con vistas al Atlántico, Cohen recuerda cómo tuvo que modificar el diseño de su residencia para alojar pinturas y esculturas de gran tamaño. Al principio, el arquitecto tuvo reservas sobre los cambios estructurales propuestos, pero ella insistió: “Mi obra es lo primero”, recuerda. “O las obras se exhiben correctamente o yo no entro en este apartamento”.
Así fue como se crearon las nuevas paredes flotantes de la residencia para poder exponerlas. El resultado es un apartamento muy habitable, no un museo, en el que los tesoros de la colección son evidentes a primera vista. Los visitantes descubren nuevos secretos en cada movimiento, detrás de cada esquina, en cada habitación, en la terraza al aire libre.
Los esfuerzos de Solita Cohen hoy se concentran en su fundación Misol, que creó en 2013. Su misión es ayudar al desarrollo y contribuir a la difusión y el reconocimiento del arte latinoamericano en todo el mundo. La fundación otorga premios y becas para artistas emergentes, curadores y editores de libros, una contribución muy necesaria para un mercado que carece de este tipo de infraestructura. ■
FOTOS: KSO.
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