La suma de la pasión por su trabajo, el amor a su familia y el “no mirar hacia atrás, sino sólo hacia adelante”, su lema de vida, es, sin lugar a dudas, la clave del éxito de la diseñadora de joyas venezolana Irene Zingg, una mujer de risa fácil, modales exquisitos y un don especial para crear joyas espectaculares.
La felicidad que irradia Irenita, como la apodan cariñosamente sus allegados, es un cúmulo de oportunidades bien aprovechadas que la vida le ha regalado desde bien pequeña, cuando crecía en su querida Caracas natal junto a sus padres y sus cuatro hermanos mayores. “He tenido una juventud color de rosa. Montaba a menudo a caballo —una de mis grandes aficiones— y viajábamos frecuentemente en familia a nuestro rincón favorito, Los Roques, a las islas del Caribe y a Miami”. Mientras, la inquietud por entregarse de pleno al mundo de la joyería comenzaba a florecer en su corazón.
Y es que con todos los placeres de la vida a su alcance, esta niña de apenas ocho años, miembro de una de las grandes castas venezolanas, descubrió pronto su vocación gracias al hobby de su padre. “A él le fascinaban las joyas, las coleccionaba, y aunque no siempre las comprara, cuando viajábamos con él, visitábamos todas las joyerías”. Aunque se reconoce fan absoluta del brillante amarillo y de los “zarcillos” (cuanto más largos, mejor), sus padres le regalaron la que después de tantos años continúa siendo su joya favorita: “Un diamante que monté en forma de anillo de serpiente. Se puede desmontar la cabeza para usarla como colgante. ¡Un diseño “atómico” que aún hoy sigue parando el tráfico cada vez que me lo pongo”.
Por su personalidad que irradia felicidad, su pasión incontenible por el diseño y su indiscutible tenacidad, Irene Zingg es, sin dudas, una joya de mujer
Irene Zingg, que siempre acompañaba a su padre, se convenció poco a poco de que las piedras y el diseño se convertirían pronto en otro de los pilares de su vida. Contra todo pronóstico, y en una sociedad en la que la mujer vivía al margen del mundo laboral, las joyas serían la razón de su éxito profesional y acabarían convirtiéndola en la diseñadora más conocida de su país. Unas pulseras de oro y piedras preciosas, las primeras joyas que diseñó para sí misma, fueron el inicio de lo que es hoy su reconocida empresa. De ahí en adelante, recuerda, “¡todo comenzó!”.
De esta forma, pasada ya su juventud, Irene Zingg viaja a Miami en los 80 para ver nacer Sazingg de su pasión indiscutible por las joyas y por la venta. “En Estados Unidos encuentro mi carrera, mi desarrollo personal y un mercado ideal para Sazingg, un concepto dinámico, moderno y cosmopolita”, cuenta. Su constancia empieza a dar resultado sobre todo después de haberse casado y tener cuatro hijos “sensacionales”, según ella los describe, que la apoyaron tanto desde los inicios de su andadura profesional como tras su divorcio. Fueron muchos y largos días de esfuerzo que le cosecharon eventualmente el reconocimiento internacional.
Inspiración, proceso creativo y retos de Sazingg
La inspiración artística de Irene Zingg se nutre de los árboles, de los animales y de los paisajes que observa especialmente en su “paraíso” personal: su maravillosa casa con vistas al mar en una isla del Caribe, un paraje inigualable que ella misma ha diseñado, desde su arquitectura y su decoración interior hasta sus jardines. Irene Zingg tiene la enorme suerte, además, de contar con una fuente de inspiración a la que le une un amor incondicional: “Desde que nació, mi musa es mi hija Irene. Es una mujer emprendedora, elegante y bella. Lleva las joyas con total naturalidad”.
Admite asimismo que la noche es el momento en el que le llegan las mejores ideas sobre sus diseños, colecciones o, incluso, sobre la dirección que debe tomar ante alguna decisión. Es entonces cuando dibuja en su mente unos bocetos que, inmediatamente, traslada a su equipo. “Después de años de trabajar juntos, ellos saben leer mis dibujos a la perfección”. Se trata de un proceso del que dice disfrutar “a tope”, gracias a Dios, en todas sus áreas: escoger las piedras, el diseño y su presentación, y también la venta a las clientas, ya que, si por algo se caracterizan en Sazingg, es por su atrevimiento y su versatilidad. De un anillo, por ejemplo, busca poder sacar un colgante e, incluso, unos zarcillos. Para Irene Zingg, la mejor parte de su negocio es “ver las caras de alegría cuando compran mis joyas”. La peor, “tener que lidiar con el constante incremento de precios de las piedras preciosas y del oro”.
Sazingg cuenta actualmente con establecimientos en Estados Unidos y Colombia. Estrellas como la diseñadora Diane Von Furstenberg, la cantante mexicana Paulina Rubio, Ivana Trump y la socialité española Carmen Lomana han lucido sus diseños. Y si curiosean con atención, seguro reconocen sus versátiles y coloridas apuestas en alguna de las artistas más reconocidas del panorama mundial.
Por su personalidad que irradia felicidad, su pasión incontenible por el diseño y su indiscutible tenacidad, Irene Zingg es, sin dudas, una joya de mujer.■
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