Pianista, director de orquesta, profesor, conferenciante y escritor, Daniel Baremboin es una gran personalidad artística que ha abarcado la música en su totalidad, pensándola y practicándola, y un gran ser humano que ha evitado, como artista, encerrarse en su torre de marfil, legándonos un ejemplo de compromiso y coherencia.
Pianista, director de orquesta, profesor, conferenciante y escritor, Daniel Baremboin es una gran personalidad artística y un gran ser humano, legándonos un ejemplo de compromiso y coherencia.
Este talentoso músico nació en Buenos Aires en el año 1942, en el seno de una familia de inmigrantes rusos de origen judío establecida en Argentina, que se trasladó a vivir a Israel cuando el pequeño contaba diez años de edad. Dos años más tarde fue enviado por su padres a estudiar a Salzburgo, y es a partir de entonces cuando comenzó una vida dedicada por entero a su carrera musical, lo que le llevó a residir en diferentes ciudades europeas y norteamericanas, y a viajar por todo lo largo y ancho del planeta. Estas circunstancias conformaron la personalidad de un hombre marcadamente cosmopolita que aboga por un mundo en el que las diferencias culturales no sean necesariamente causa de conflicto entre las personas, sino un elemento que enriquezca sus vidas. Pero primero conviene situarlo en la esfera a la que pertenece por derecho propio y en la que destaca como una de las figuras más importantes de la música clásica de la segunda mitad del siglo XX.
Daniel Baremboin fue musicalmente un niño precoz. Estudió piano con su padre, instrumento en el que se inició a los cinco años de edad y con el que debutó a los ocho. Completó su formación musical con Igor Markévich y Nadia Boulanger. En 1962, después de una triunfante carrera como pianista en la que trabajó con directores de orquesta de la talla de Sir John Barbirolli, Otto Klemperer y Leopold Stokowski, se estrenó en la dirección musical con la Israel Philharmonic Orchestra Manchester (UK). A partir de ese momento despegó su carrera como director, lo que le llevó a dirigir durante quince años la Orquesta Sinfónica de Chicago. Desde 1973, año en el que participó en el Festival de Edimburgo con Don Giovanni, se fue consolidando como prestigioso director de ópera, y debido a ello se le nombró director musical del Teatro La Scala de Milán y de la Staatsoper Unter den Linden de Berlín, cargos que en la actualidad ocupa.
Su visión de la música como lenguaje universal que pone en comunicación mundos diferentes, permitiendo un diálogo continuo entre ellos, sumado a su espíritu cosmopolita, nos da una idea exacta del talante abierto y tolerante que lo llevó a fundar, junto con su amigo el pensador palestino Edward Said, una orquesta de jóvenes músicos integrada por palestinos e israelitas – la West-Eastern Divan Orquestra- como aportación al entendimiento entre los pueblos judío y árabe, lo que lo hizo merecedor, junto con Edward Said , del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia del 2002. Israelita nacionalizado español y palestino, el músico es un hombre valiente que no ha rehuido la polémica incluso cuando ésta le ha valido el rechazo de muchos de sus compatriotas. ■
FOTOS: © Heila Rock, Monika Ritterhaus, Luis Castilla