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La música sinfónica es una suerte de búsqueda solitaria de empatía entre el público, la orquesta y el director que no cree en modas, sellos discográficos ni tendencias de mercado. La única garantía de éxito es la buena música. Alondra de la Parra conoce la fórmula y la domina con elegancia y clase desde su podio en Hamburgo, Milán, París o la Ciudad de México.
Nació en Nueva York, por accidente, mientras sus padres estudiaban maestrías en sociología y cine. Pero se identifica como mexicana con la misma seguridad y pasión con la que habla de la música y de su carrera. De su familia aprendió el amor al arte, sobre todo a la música. Su abuela, la legendaria Yolanda Vargas Dulché, además de una notable escritora, adoraba el canto, y fue quien llevó a Alondra a sus primeras lecciones de música. “Comencé a tocar el piano a los 7 años y el violonchelo a los 13, pero me di cuenta de que mi lugar no estaba en el cuerpo musical, sino en la dirección”, recuerda De la Parra.
Luego fueron sus años en Londres, donde se colocó por primera vez ante una pequeña orquesta de estudiantes durante sus estudios de preparatoria. Era la St. Leonard’s Mayfield School Orchestra, que le proporcionó el acceso a los instrumentos, al trabajo coral y a la literatura musical. Más tarde, en México, completó el currículo de composición y piano en el Centro de Investigación y Estudios Musicales de la capital azteca.
El ciclo se completaba y Alondra estaba lista para hacer lo que le toca a un director: traducir a sonidos la esencia que pautó un compositor, transportarnos a su época y mostrarnos su estética. Beethoven y Debussy, por ejemplo, buscan el mismo destino, pero lo hacen por senderos diferentes. De la Parra se encarga de guiarnos por esos caminos.
“Lo más difícil de aprender a dirigir es dominar la técnica, comunicarse con la orquesta, y siempre tratar de pulirnos como seres humanos. Necesitas mucha voluntad y determinación si eso es lo que quieres hacer”, asegura la joven directora. Las largas horas de ensayos y el rigor y la disciplina que exige la música, han hecho de Alondra de la Parra la extraordinaria directora que es hoy. “Ser músico te fuerza a tener disciplina, la misma que con el tiempo te hace ser una persona más ordenada. Son lecciones matemáticas puras y sonoras”, dice. “Tener talento no es suficiente, se requiere esfuerzo”.
Nueva York le proporcionó conocer la sensación de levantar la batuta ante una orquesta profesional y escuchar la respuesta. Con la New Amsterdam Symphony Orchestra condujo su primer concierto en el 2003 y, hasta el presente, acumula una impresionante hoja de vida que incluye las orquestas sinfónicas de Dallas, Houston, San Francisco y Phoenix, la New World Symphony de Miami, la Tivoli Symphony de Dinamarca y la Orquesta de Cámara de Los Ángeles, entre muchas otras. La talentosa directora guarda un entrañable recuerdo de su presentación con la Washington National Opera en un Concierto de Gala con Plácido Domingo, uno de sus grandes mentores.
Un capítulo importante en la trayectoria de Alondra de la Parra es el proyecto de la Orquesta Filarmónica de las Américas, que fundó para promover a las nuevas generaciones de talentosos compositores y solistas de las Américas, en especial, las jóvenes que tienen la vocación y el talento pero necesitan el impulso para entrar en un mundo tradicionalmente dominado por los hombres. “Quiero inspirar a las jóvenes que aspiran a convertirse en músicos y directoras”, afirma Alondra de la Parra. “A veces es necesario ver a alguien allá arriba, en el escenario, para llenarse de valor”. Con su proyecto de la Orquesta Filarmónica de las Américas, De la Parra logró un disco de platino, y también ha llenado estadios con un público ansioso de escuchar música sinfónica, lo cual desmiente a quienes ven al género con un muro de inaccesibilidad. Pero, lamentablemente, en el año 2011 esta valiosa orquesta cesó sus actividades por falta financiamiento.
El nombre de la maestra De la Parra se ha sumado a la notable lista de directores que han liderado la Orchesta de Paris. La talentosa y joven directora se colocó ante la emblemática institución parisina para interpretar a Rimski-Korsakov, Chopin —en su Concierto No. 2 con Nikolaï Lugansky en el piano— y, como cierre, decidió sumar una obra latinoamericana. “Ya tenían preparado todo el programa y no pude incluir una obra mexicana, pero sí un bis con el Dazón No. 2 de Arturo Márquez, un himno latinoamericano”, señala.
Alondra de la Parra es uno de los principales exponentes latinos de la música clásica y teniendo en cuenta su juventud y su talento, sin lugar a dudas, lo mejor está por venir. ■