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El zapatero artesano Stefano Bemer, quien falleció en 2012, comenzó su compañía en 1983 con el objetivo de crear el zapato italiano perfecto. Gracias a su curiosidad innata, aprendió las infinitas variaciones de la zapatería reparando calzado en un principio, para luego especializarse y dominar su propia técnica. Gracias al compromiso de Stefano, el nombre de la marca ha sido reconocido con el más alto estándar de elegancia y calidad italiana, sinónimo de estilo y refinamiento.
En la actualidad, la firma, de la cual se hizo cargo su socio Tommaso Melani, es una de las compañías italianas más exclusivas del mundo en la creación de zapato artesanal para hombre, y sus originales modelos son usados por miembros de la realeza mundial, actores, políticos y celebridades en general.
Sin ir más lejos, el controvertido actor irlandés ganador del Oscar Daniel Day-Lewis, harto ya del “star-system”, se refugió en 1994 en el taller de la firma Stefano Bemer en Florencia, Italia, para aprender los secretos de la fabricación manual de calzado. El invierno anterior, el actor le había encargado un par de zapatos al diseñador, y de esa simple relación comercial surgió una sólida amistad que duró hasta el fallecimiento prematuro de Bemer en el año 2012.
Day-Lewis permaneció en el taller de la firma ocho horas al día, durante 10 meses, rodeado de herramientas de trabajo, pieles, tarros de cremas y agujas de coser. Gracias a la complicidad de sus compañeros –respetados artesanos de cuyo trabajo el actor no perdió detalle–, no trascendió información alguna del tiempo que permaneció en Florencia. Tan sólo se supo, mucho tiempo después, que el actor les pidió que no entablaran conversaciones alusivas al mundo del cine mientras trabajaban.
El éxito comercial de Stefano Bemer se debe a una serie de premisas que Melani ha sabido salvaguardar durante todos estos años. Diseños que permanecen fieles a una definición visual clara: Elegante, pero nunca rígido. Extravagante, pero nunca llamativo. Seguro de sí mismo, pero nunca arrogante. Sofisticado, pero jamás pretencioso.
Los zapatos se pueden adquirir en tiendas de Florencia, Londres, Tokio, Seúl, Azerbaiyán, Nueva York, Hong Kong y Dubai, a precios que oscilan entre los US$ 1.300 –los fabricados a para el público en general– y alrededor de US$ 3.200 los hechos a medida en su taller de Vía San Niccolo, en pleno centro de Florencia, lugar donde se almacenan todas las hormas y moldes de sus distinguidos clientes.
Para la fabricación de sus diferentes modelos se utilizan distintos tipos de cuero procedentes de todo el mundo: avestruz de Sudáfrica, caballo y caimán de USA, ternera de la Toscana, vaca de Francia y Alemania, y antílope y cocodrilo de África. Las pieles para las suelas siempre son italianas.
Un zapato de Stefano Bemer es un accesorio masculino que distingue a quien lo calza, pues la fina proporción entre el ancho y la longitud del calzado, su elegante silueta, el elevado empeine, el intachable cosido a mano, la belleza de los cueros utilizados, los cordones planos de algodón encerado y las ceras empleadas, muestran en su conjunto un diseño cuidadoso que representa como nadie la quinta esencia del refinamiento italiano. ■