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En el año 2015, tras una larga espera, finalmente se presentó el primer prototipo del proyecto conjunto de los reconocidos maestros relojeros Stephen Forsey, Robert Greubel y Philippe Dufour. Se trata de Le Garde Temps, una magnífica pieza que representa la perfección de la construcción manual, en una edición limitada de 11 ejemplares. Sin duda, un inédito legado para la relojería mundial.
En el año 2007, estos tres gigantes de la relojería coincidieron en la perspectiva de que con el avance tecnológico y la automatización de los procesos de producción de la industria relojera, se estaban perdiendo importantes conocimientos tradicionalmente transmitidos de generación en generación entre los relojeros. Con el objetivo de proteger este bagaje cultural tan importante para el arte de la relojería, los tres maestros decidieron llevar a cabo un proyecto en el que seleccionarían a una persona con el talento necesario y la pasión por el oficio, a quien supervisarían en la construcción de una pieza artesanal, instruyéndola en las técnicas manuales tan celosamente guardadas durante décadas.
El afortunado seleccionado fue Michel Boulanger, un profesor de relojería del Instituto Técnico Diderot de París, quien debería construir a mano la pieza y, a la vez, documentar y socializar todo el proceso, con el fin de dejar el legado cultural tan anhelado por los impulsores del proyecto.
“Su deseo de aprender y transmitir las técnicas tradicionales de fabricación de relojes hechos a mano, le hizo el candidato ideal. Su experiencia en la restauración de piezas antiguas y su compromiso con la conservación del patrimonio relojero son, sin duda, elementos que nos llevan a elegirlo para esta aventura”, explicó Robert Greubel.
Finalmente, en el año 2009, se dio inicio al proyecto denominado Le Garde Temps: Naissance d’Une Montre. Para el mismo, Boulanger debía viajar a Suiza una vez por mes para recibir los consejos y enseñanzas de los tres maestros y de un grupo de profesionales de la prestigiosa firma Greubel Forsey.
La pieza a construir sería un reloj de cuerda, relativamente simple, con tres agujas que señalasen las horas, los minutos y los segundos; un mecanismo clásico de 2,5 Hertz y 18.800 oscilaciones por hora, y un sistema de tourbillon a la vista. El diseño y los estudios del mecanismo tomaron largos años, hasta que en el 2012 se comenzó la construcción del prototipo, que fue finalizado para su presentación en el SIHH del 2105 (Salón Internacional de Alta Relojería de Ginebra).
Estéticamente, el cuerpo del reloj ―de 45mm de diámetro y 15,1mm de espesor― es una circunferencia perfecta que en su esfera frontal muestra dos diales: uno mayor, en la posición de las 2 en punto, que deja ver las horas y los minutos; y otro menor, en la posición de las 9 en punto, con una aguja que marca los segundos. Pero el protagonista de esta espléndida pieza es el tourbillon expuesto a la vista. La simpleza del diseño deja ver aspectos del mecanismo en funcionamiento para resaltar el valor de la construcción artesanal en la alta relojería.
Los primeros ejemplares para la comercialización de esta joya hecha de oro blanco salieron al mercado a finales de 2016 y su coste fue de 417.000 dólares cada uno. Los fondos provenientes de la venta de estas selectas piezas de colección fueron utilizados para patrocinar el futuro del proyecto y continuar transmitiendo el inestimable legado de la alta relojería. ■