Cuando se habla de gafas de diseño es imposible no mencionar el nombre de Selima Salaun. Y es que desde 1993, la tienda de esta diseñadora franco argelina en el SoHo neoyorquino es destino obligatorio para todo el que considera que sus espejuelos son un reflejo de su personalidad y estado anímico.
“Mis diseños tratan de capturar el alma y estilo franceses, con un toque del cinismo urbano de Nueva York”, explica Salaun, quien ha asimilado la esencia de la Gran Manzana como suya propia y para quien la libertad y la espiritualidad son dos de los grandes regalos que uno debe arrebatarle a la vida.
La carrera de esta bohemia de lujo comenzó en París con la Royal Optique, una compañía enfocada en las gafas diseñadas a la medida, lujo primordialmente europeo, y cuya clientela está conformada mayormente por famosos del jet set internacional y diplomáticos. “Hice de todo”, explica. “Cortaba lentes, hacía exámenes de vista, vendía armaduras. Trabajaba con diseños de carey real [algo que está vedado hoy en día por las leyes internacionales] y oro para crear marcos únicos. Fue justo allí donde comprendí que si iba a permanecer en este negocio por un tiempo largo, tendría que ‘enfocarme’ en serio». Con eso en mente, Salaun completó sus estudios de optometría y se licenció en todas las áreas posibles concernientes al negocio de la buena vista. “Así soy yo: si voy a hacer algo, lo hago bien”.
Selima Salaun, por Iké Udé, 2012.
Una vez en Nueva York, trabajó con el afamado diseñador Alain Mikli, de quien aprendió los gajes del diseño industrial y la comercialización. “Creo que mis espejuelos combinan la alta moda con el funcionalismo, con un resultado que sobrevive a las tendencias pasajeras”. No por gusto, desde que Salaun abrió su primera boutique neoyorquina, sus acólitos suman miles y su lista de clientes incluye lo mismo celebridades hollywoodenses como Ryan Goslin, Madonna o Bono que arquitectos y personalidades de las más diversas disciplinas. Hoy en día tiene espacios de venta en Los Ángeles, París y Tokio, y sus espejuelos se venden en los sitios más exclusivos y avant garde a nivel internacional. “La verdad es que hubiese podido hacer lo que hacen otros en mi negocio: abrir una óptica como otra cualquiera, vender lo que vende todo el mundo. Pero entonces, ¿por qué alguien habría de interesarse en mí?”, comenta Salaun.
De hecho, sus tiendas no sólo son diferentes a las de su competencia sino distintas unas de otras. Por ejemplo, su local en SoHo, en la popularísima esquina de Broome y Wooster, está decorado con antigüedades y muebles clásicos, y su línea de gafas y lentes se vende junto a otras de muy selectos diseñadores, y a su colección de sombreros. “A mis clientes les gusta sentirse cómodos y seguros. La sensación de que la tienda ha estado ahí toda la vida, pero sin que parezca un sitio viejo, es algo que les reconforta”, señala Salaun.
En su otro local en Bond Street, en el área de NoLiTa, su línea comparte el piso con una selección muy bien curada de ropa y accesorios vintage. En el mismo espacio también convive armónicamente Suite 303, la legendaria peluquería de April Barton que antes operaba en el hotel Chelsea, una de las instituciones más veneradas de la bohemia chic neoyorquina, donde lo mismo te puedes hacer un corte de cabello que tomar un expreso italiano como Dios manda. “De verdad pienso que elegir y usar gafas debe ser una experiencia sensual”, explica Salaun. “Por eso me gusta crear espacios que sean atractivos para todos los sentidos”.
Selima Salaun, quien consigue llevar el buen gusto a gran escala y de manera muy natural, asegura que su inspiración viene de la observación. “No me gusta estar sentada en una oficina todo el día”, dice la diseñadora. “Salgo a la calle e interactúo con las personas, veo lo que llevan puesto. Siempre me ha gustado el estilismo y ayudar a la gente a escoger ropa, perfumes, accesorios. Por eso también me gusta hacer que la gente se vea mejor con gafas”. ■