Un camafeo es, por definición, “una figura tallada de relieve en una piedra dura y preciosa”. Pero, en realidad, un camafeo es mucho más que eso: es una pequeña obra de arte. Lo asombroso es pensar que el procedimiento para su confección ya era utilizado por los antiguos griegos quienes, a su vez, lo habían tomado de los persas durante las incursiones realizadas por sus ejércitos, comandados por Alejandro Magno. Posteriormente, la técnica llegó hasta los romanos, quienes la utilizaron para decoración y joyería. Eso sí, encontrar una pieza de esta época es raro, a menos que se busque en subastas muy especializadas.
Esta historia de fondo cautivó e inspiró al joyero Amedeo Scognamiglio, quien decidió rescatar tan antigua tradición desde una perspectiva novedosa y contemporánea. Sus extraordinarias piezas, que reflejan su ingenio, creatividad y conocimiento del tema, pueden adquirirse lo mismo en Amedeo, la estilizada boutique del joyero ubicada en el Upper East Side neoyorquino, como en la exclusiva Bergdorf Goodman de la misma ciudad. También en los exquisitos escaparates de Dover Street Market en Londres, Tsum en Moscú o Luisa Via Roma en Florencia, entre otros.
“Los camafeos tallados a mano en concha marina han sido considerados desde siempre como pequeños tesoros”, explica Scognamiglio, descendiente de un linaje de artesanos especializados en estas piezas, en Torre del Greco, un pequeño pueblito en las faldas del monte Vesubio. “Modestia aparte, probablemente soy uno de los más apasionados entusiastas y conocedores del tema de esta tradición milenaria”. De hecho, Scognamiglio, junto a Roberto Faraone Mennella, diseña desde hace 10 años una sofisticadísima colección de joyas inspiradas en la herencia clásica italiana, para la firma Faraonne Mennella by RFMAS.
La tradición de los camafeos incorporó el uso de materiales exóticos como colmillos de narval, jade, ámbar y extrañas conchas marinas para la confección de las piezas. Un momento trascendental para esta industria fue el uso de la concha Cassis tuberosa, que es la idónea para estos trabajos, pues sus colores de distintas tonalidades permiten dar a los relieves una profundidad y transparencia inigualables. La técnica se desarrolló en Italia, concretamente en Sicilia, y de ahí pasó al área de Nápoles, para luego extenderse al resto del país. En pocos años, muchos artistas italianos comenzaron a trabajar en Francia e Inglaterra, difundiéndose rápidamente esta práctica por toda Europa durante los siglos XVI y XVII.
“Mi familia ha hecho camafeos desde 1850”, cuenta Scognamiglio. “Tengo recuerdos de mi abuelo Giovanni… Lo puedo ver, como si fuera ahora, sentado entre una pila gigante de conchas, solo en una habitación grande y oscura, seleccionando las mejores para sus camafeos. Nonno Giovanni fue un caballero muy articulado y pacífico que creció con los jesuitas con una educación estrictamente clásica”.
Los recuerdos familiares de Scognamiglio definieron su destino como uno de los más conocidos diseñadores del género. “Los maestros de Torre del Greco aprendieron sus técnicas de generación en generación, en pequeños espacios llenos de la luz de Nápoles, y con la determinación de seguir la tradición de sus padres y abuelos”, explica con devoción y orgullo el experto joyero. “Desde el reino español de Nápoles hasta la unificación del reino de Italia en 1865 y la República en 1947, pasando por tres guerras civiles y dos guerras mundiales, así como por la depresión económica de los años 20 y el boom de los 80 [del siglo pasado], los artesanos de este pueblito al pie de un volcán han mantenido su devoción y su arte intactos”.
Torre del Greco es todavía el único lugar en el mundo donde las conchas, los corales y otros materiales similares son convertidos en espectaculares piezas y accesorios de moda. Y, precisamente en eso, en la confección de camafeos que son verdaderas joyas clásicas, Amedeo Scognamiglio es un experto. Su determinación en continuar la tradición familiar, y la brillantez de su mente creativa, hacen de este joyero de primera un artista. ■