Oír el nombre Balenciaga nos evoca una mezcla de imágenes que van desde sus colecciones de alta costura hasta su emblemático edificio, el Museo Cristóbal Balenciaga, en Guetaria, Guipúzcoa, al norte de España. Si asociamos un paisaje a este “verdadero couturier”, tal y como lo definió Coco Chanel, es el de Guipúzcoa o el de París. En menor medida relacionamos su nombre con el paisaje barcelonés, a pesar de que conocemos la importancia vital que esta ciudad tuvo en su trayectoria.
Precisamente en el año 2013 el museo que lleva su nombre, acogió la exposición Balenciaga y la alta costura en Barcelona, regalando un nuevo imaginario del diseñador. Refrescando la memoria, llevó a quienes tuvieron la posibilidad de asistir a través de un viaje por su historia en la ciudad a principios del siglo XX, un recordatorio de la contribución del diseñador a la eclosión de la moda que vivía la Ciudad Condal en esos años.
Todo ello, a través de una cuidada selección de piezas de la colección Antoni de Montpalau y la Fundación Cristóbal Balenciaga, comisariada por Josep Casamartina, historiador y crítico de arte, además de director de la Colección de Montpalau. En sus estancias se vieron piezas representativas de diseñadores como Pedro Rodríguez, Asunción Bastida, Manuel Pertegaz, Carmen Mir, Santa Eulalia y El Dique Flotante, que mostraron la calidad de la costura barcelonesa y la influencia del modisto de Guetaria en sus creaciones.
Si hiciéramos un flashback a la Barcelona de comienzos del siglo XX, veríamos como no tenía nada que envidiarle a París, a pesar de ser la incuestionable capital internacional de la alta costura. Además, pronto se convirtió en punto de referencia como productora de costura de primera calidad, en gran medida gracias al buen hacer de los modistos catalanes y a su conexión directa con París, además de su sólida industria textil.
Fueron varios los factores que consolidaron la costura barcelonesa: por un lado, el diseñador Pedro Rodríguez abre su salón en Barcelona siguiendo las directrices parisinas de exhibir una colección por temporada, y por otro, la prestigiosa casa parisina Lanvin pone sucursal, en 1920, en la ciudad. A esto se añade la importancia que tuvo la Exposición Internacional de 1929. Ese mismo año, Cristóbal Balenciaga se estableció en la ciudad condal, elevándose rápidamente a la categoría de uno de los principales modistos de alta costura en España. La guerra civil llegó y truncó sus planes pero, por otro lado, le regaló la oportunidad de saltar a París y establecerse allí. Al terminar la contienda, Balenciaga retomó la actividad de sus casas en San Sebastián, Madrid y Barcelona. En paralelo la propia ciudad también se afianzó en la costura, con la creación, en 1940, de la Cooperativa de Alta Costura, organización liderada por cinco grandes modistos radicados en Barcelona: Pedro Rodríguez, Manuel Pertegaz, Asunción Bastida, Santa Eulalia y El Dique Flotante.
Esta fascinante exposición, fue un deleite evocativo que transportó a muchos al pasado de un pedazo de la historia de la moda, quizás para poder entender su presente y su futuro. Un recorrido curioso que mezcló historia y anécdotas con nombre propio, y que sitúa a la moda, una vez más, en la categoría de arte. ■