Las grandes casas de perfumería, al tanto de esa realidad, están adoptando nuevas estrategias. Por ejemplo, el grupo español Puig ―propietario de las firmas de moda Jean Paul Gaultier, Paco Rabanne y Nina Ricci, y de las licencias de las fragancias de Prada y Valentino entre otras― compró a principios de este año dos marcas de exclusivos perfumes personalizados, también conocidos como «de nicho»: la londinense Penhaligon’s y la parisina L’Artisan Parfumeur. Y el grupo estadounidense Estée Lauder Co., que ya poseía la marca Jo Malone, acaba de adquirir las francesas Le Labo y Editions de Parfums Frédéric Malle.
Las firmas de perfumes de nicho emplean en las formulas de sus aromas una mayor concentración de fragancias e ingredientes naturales que perduran. La producción es pequeña y se centra más en las notas olfativas que en el envoltorio o la presentación. Apenas invierten en publicidad y no recurren a las celebridades para darse a conocer. Además, los perfumistas tienen años por delante para crear, sin la necesidad de someterse a la presión del mercado. Sus contenedores también son únicos, como cristales finos de Lalique o de Baccarat.
El mítico gran almacén londinenses Harrods también ha tomado nota de esta moda. El año pasado abrió en su sexta planta el Salon de Parfums, conformado por 11 tiendas en las que se venden perfumes como si fueran piezas de alta joyería. Allí, el cliente puede conocer y probar los aromas de marcas famosas y de enseñas exclusivas como Chanel, Dior, Tom Ford, Clive Christian, Kilian y XerJoff, así como acceder a un servicio de creación de perfumes personalizados.
Perfumes de otras firmas minoritarias ―como Byredo, Diptyque y M. Micallef― también se pueden hallar en las llamadas concept stores (tiendas de concepto), famosas porque ofrecen lo último en moda y tendencias. Algunas de ellas son: Floris y Space NK, en Londres; 10 Corso Como y Esxence, en Milán; Colette, Jovoy, Liquides, Nose y Divine, en París; así como MiN, Aedes de Venustas y Osswald, en Nueva York. ■