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Han sido símbolo del amor, la ternura y el poder para proteger a la humanidad como encarnación de la diosa Bastet. En el antiguo Egipto eran venerados, al extremo de compartir con los faraones el privilegio de la momificación. Para romanos y helénicos fueron acompañantes de las damas de palacio y compañeros de los guerreros en el ejército. Entérate cuáles son las razas más exclusivas y celebradas de la actualidad: los siameses, los persas y los de Angora. ¡Bienvenidos al universo de los gatos!
A través de la historia, estos pequeños felinos han ocupado espacios en las casas reales y, con indudable aura de distinción, aparecen en estatuas, joyas y pinturas para dejar claro que son los aristócratas del mundo animal. Favoritos de mitos de las artes como Henry Mattisse, Salvador Dalí, Truman Capote, Pablo Picasso, Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Marlon Brando, Andy Warhol o Freddy Mercury, los gatos tienen una bien establecida jerarquía, de acuerdo con sus razas.
Siameses
De orejas erguidas, ojos almendrados e intensamente azules, la primera referencia a los siameses llega de los manuscritos de Ayutthaya, en el año 1350, que hablan de sus “extremidades oscuras y la silueta alargada”. Entonces, eran las mascotas sagradas de los monarcas de Siam y sólo la familia real podía poseerlos. A Occidente llegaron en 1884, como un regalo del cónsul general británico en Bangkok, Edward Blencowe Gould, para su hermana, y de ahí al resto del mundo. El siamés es un animal muy sensible, flemático y dueño de gran personalidad. Genéticamente habituado a la veneración y los cumplidos, es celoso y tremendamente exigente. Incluso su maullido profundo y ronco es característico de la raza.
Persa
El favorito de la reina Victoria de Inglaterra y de la princesa Beatriz de Battenberg proviene del norte de Egipto, la raza fue vista por primera vez en Europa hace más de tres siglos, como exótico obsequio de los navegantes a sus mecenas. Pietro della Valle fue un apasionado de estos gatos y su primer criador occidental. De cara redonda, orejas pequeñas, hocico ancho y pelaje largo, los robustos y siempre majestuosos gatos persas son como monumentos a la pereza, al extremo de carecer por completo del instinto cazador de los felinos. Por supuesto, con tal pedigrí, no hay razón alguna para andar persiguiendo a pequeños roedores. Sin embargo, a pesar de toda su genealogía, el persa tiene que rendir tributo al gran gato de Angora, su antecesor y el primero de pelo largo que llegó a Europa. Entre sus adoradores estuvo el mismísimo Octavio Augusto, emperador de Roma. Desde aquellos días de gloria imperial, los gatos de Angora se mantuvieron siempre en el peldaño más alto.
Angora
Dueños absolutos de Versalles, el cardenal Richelieu tuvo catorce de ellos. Luis XIII y Luis XVI se paseaban con sus gatos de Angora como si fueran complementos de lujo, y para María Antonieta fueron tan valiosos que logró ponerlos a salvo, algo que irónicamente la emperatriz no consiguió para ella misma. Extremadamente atléticos y musculosos, los distingue su sedoso pelaje semi largo y una fina silueta.
Estos son los aristogatos, animales que se dejan consentir y nos dominan a fuerza de enigma y encanto, mientras nos hacen creer que somos sus dueños. A fin de cuentas merecen la reverencia porque, como describió el inigualable Borges, comparados con ellos “no son más silenciosos los espejos, ni más furtiva el alba aventurera”. ■