Golosinas en forma de piedras preciosas de Sweet Saba.
En tan sólo unos meses, Maayan Zilberman se ha convertido en la reina de los caramelos. La exitosa empresaria nació en un kibutz en Israel y luego creció en Vancouver, Canadá. Se graduó en la Escuela de Artes Visuales de la ciudad de Nueva York con un título en escultura y posteriormente continuó sus estudios en la Fundación Ratti, en Como, Italia. Zilberman ha pasado los últimos 15 años de su vida trabajando como directora creativa y diseñadora en la industria de ropa interior de lujo pero recientemente, en noviembre de 2015, lo dejó todo para fundar la compañía Sweet Saba, dedicada a la fabricación ciento por ciento artesanal de golosinas, caramelos y chicles hechos especialmente para adultos. Estos originales dulces reflejan humor, recuerdos y una experiencia multi sensorial con sabores inéditos. Elaborados por la misma Zilberman, han triunfado por lo diferentes en sabor y en concepto, y también por ese cierto punto naif y divertido que ella le ha imprimido.
Todo ocurrió para Maayan Zilberman de forma casual, pues empezó elaborando caramelos de eucalipto para la tos, y luego comenzó a pensar cómo podría hacer un caramelo para la tos diferente, jugando con formas, sabores y colores. En la actualidad, Sweet Saba es un negocio floreciente que Zilberman gestiona desde una pequeña cocina-taller situada en Fort Gansevoort, Manhattan, donde da forma a dulces que semejan ser cristales, rocas y piedras preciosas extraídas de la tierra, algunas de gran tamaño, que elabora con azúcar, cúrcuma, menta, aceite de oliva y colorantes naturales de vivos y curiosos colores. También crea caramelos que son pequeñas obras de arte artesanales, como esposas para criminales, gafas de sol, relojes Rolex, diapositivas, CDs, rotuladores, bolígrafos, pintalabios, libretas, pinceles o cepillos de dientes, entre tantas otras cosas.
Los caramelos de Sweet Saba tienen su origen en la nostalgia.
En su elaboración emplea moldes de silicona en los que posteriormente vierte el azúcar licuado. La gracia de estas golosinas reside en su imperfección, pues la artista no pretende que sean iguales a los que existen en la realidad, sino que sean un objeto único, identificable con su forma de entender esa realidad. Muchas de sus elaboraciones son golosinas “nostálgicas”, como por ejemplo las diapositivas marcadas con los nombres de capitales europeas fruto de un viaje inolvidable que realizó en 1999 justo antes de ir a la universidad; los CDs, que son la plasmación de sus gustos musicales, o los pinceles de caramelo, inspirados en los que ella usa para maquillarse todas las mañanas.
Tal vez de lo que más se sienta orgullosa esta creativa es de sus innovadores chicles, que no sólo vienen en sabores y formas originales, sino que los fabrica con la materia prima con la que solían hacerse originalmente: la resina de árboles que crecen en México llamada, precisamente, chicle. “Uso chicle y no el caucho con el que ahora se hacen las gomas de mascar”, dice Zilberman.
El éxito de las creaciones de Zilberman es tal que llegaron incluso a repartirse en la pasada gala de entrega de los Golden Globes en Los Ángeles. Ella misma ha confesado que sus dulces también han llamado la atención de la comunidad artística de la Ciudad de los Rascacielos, donde muchos artistas se han acercado hasta su exquisito atelier para observar el proceso de creación de sus dulces.
Desde relojes Rolex hasta artículos cotidianos, Zilberman encuentra inspiración para crear sus deliciosas golosinas.
Mención aparte merece la creación de los relojes Rolex, para los que emplea oro comestible de 24 quilates con sabores que pueden ser de whisky, champagne o canela. Uno de sus artículos más demandados y con mayor éxito son los casetes de música, pues algunos conocidos raperos, cuyos nombres Zilberman no ha querido revelar, los encargan para obsequiar a sus amigos íntimos y parejas.
Maayan Zilberman tiene previsto abrir próximamente una tienda en el interior del hotel Standard High Line de Nueva York.
Copyright Fotografías: Maayan Zilberman. ■