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En los últimos años, los whiskies de Japón han ocupado los primeros puestos en las listas de los principales certámenes que premian a whiskies de todo el mundo, y tanto la crítica especializada como el avezado consumidor los alaban. Hakushu Single Malt 25 años, de la destilería Suntory, y Taketsuru Pure Malt 17 años, de la destilería Nikka, son dos distinguidos y galardonados whiskies japoneses que pertenecen a míticas firmas con una gran historia detrás.
Hakushu Single Malt 25 años consiguió el premio Best Single Malt 2018 en los World Whiskies Award (WWA), mientras que el whisky Taketsuru Pure Malt 17 años obtuvo también el World’s Best Blended Malt de este año.
Puedo hablar en primera persona del Hakushu Single Malt 25 años, pues lo degusté recientemente en una cata. Es un whisky soberbio, pleno en matices, diferente a lo habitual. Su color es de un intenso ámbar oscuro y en la nariz despliega inmediatamente aroma a ciruelas maduras, a caramelo y a humidor de cigarros. Pero es en el paladar donde muestra sus matices a crème brûlée, salvia, lavanda y piña horneada. Al acabar el trago, en la boca aparecen toques ahumados y un punto de ciprés, incluso hinojo. Un whisky emocionante. Su precio ronda los US$ 4.000, y puede ser adquirido en webs internacionales de licores. Taketsuru Pure Malt 17 años, por su parte, tiene un precio más asequible de alrededor de US$ 300.
La diferencia esencial entre un whisky escocés y uno japonés reside en el distintivo sabor suave, a turba, mayor que en el resto de los whiskies conocidos, y a la pureza de las aguas de manantial utilizadas a baja presión y usando el método de filtrado con bambú, que le confiere su aroma, sabor y color distintivo.
Los japoneses, grandes amantes de los licores, son tan disciplinados como puristas en sus gustos y costumbres. La mayoría son grandes defensores de sus whiskies, les agrada tomarlos sin hielo y nunca vierten más de dos dedos en el vaso. De la misma forma que lo hacen los escoceses desde hace cientos de años.
El comienzo
Los fundadores de las destilerías Suntory y Nikka fueron Shinjiro Torii y Masataka Taketsuru repectivamente, allá por los años 20 del pasado siglo XX. La historia y el periplo personal y profesional de cada uno de ellos, así como la amistad que les unió, darían para escribir una novela.
Shinjiro Torii fue un farmacéutico al que le llamaban la atención los licores europeos que llegaban al puerto de Tokio. Su obsesión fue tal que a finales del siglo XIX elaboró un vino de Oporto, siguiendo la receta de un libro europeo que vendía en su botica con gran éxito. Se quedó maravillado la primera vez que probó el whisky, y en los años 20 del siglo XX, comenzó a probar cómo hacerlo sin demasiada fortuna.
Mientras tanto, Masataka Taketsuru, químico japonés hijo de uno de los productores de sake más ricos de Japón, prometió a su progenitor que viajaría a Escocia para aprender a fabricar ese “liquido ámbar que reconfortaba el cuerpo y el alma”. El dinero para su proyecto se lo facilitó un acaudalado empresario japonés que le puso como condición casarse con su hija a su regreso.
Los escoceses se sintieron inmediatamente halagados con la llegada de ese japonés de educados modales que vestía elegantes trajes hechos a medida y, sin ningún recato empresarial –algo que jamás podría pasar ahora–, le enseñaron absolutamente todo lo que había que saber para elaborar un whisky.
Masataka se hospedó en casa de los Cowan, una familia escocesa que lo acogió en su seno y en cuyo hogar conoció a Rita Cowan, la más joven de las hijas, que estaba a punto de contraer nupcias con un acomodado escocés. En uno de esos giros mágicos que a veces da la vida, ambos se enamoraron, se casaron y juntos regresaron a Japón.
Esta historia de amor dio pie, hace unos años, a la serie Massan, uno de los culebrones más célebres de la televisión nipona.
El farmacéutico Shinjiro Torii, al enterarse del regreso de Masataka a Tokio con la receta para elaborar whisky, le propuso asociarse, y así fue como fundaron la primera destilería de whisky de Japón en la isla de Hokkaido, que eligieron por su clima parecido al de Escocia.
En 1923 destilaron el primer whisky de estilo escocés de la historia de Japón, y no tuvo ningún éxito. Tiempo después, las rencillas y los reproches les separaron, y Torii, mezclando su apellido y el vocablo sol en inglés, creo la destilería Suntory. Taketsuru fundó por su lado la destilería Nikka.
Casi 100 años después, las dos firmas son las empresas dedicadas a la elaboración de whiskies más importantes de Japón, donde en la actualidad existen 10 destilerías.
En este 2018, Suntory y Nikka han conseguido que sus whiskies hayan sido premiados como los mejores del mundo en dos diferentes eventos celebrados en Gran Bretaña. ¿Se imaginan el orgullo de Masataka y Shinjiro si hubieran vivido lo suficiente como para ver este enorme logro? Así es la vida, pues en ocasiones los aprendices pueden llegar a superar a los maestros.
Los whiskies japoneses se encuentran entre los mejores del mundo, y créanme si les digo que no es una moda pasajera, sino que han llegado para quedarse y romper los moldes establecidos. ■