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Un ejemplo de esta actividad en auge se encuentra en Les Avanchets, ciudad ubicada en la comuna de Vernier, cantón de Ginebra, donde tres cuartas partes de sus 6.000 habitantes censados cultivan sus vegetales, mostrando al mundo entero lo hermosa que puede llegar a ser una ciudad en la que se encuentra un huerto en prácticamente cada jardín, balcón o terraza de un edificio.
Los suizos, que siempre han vivido en profunda simbiosis con la naturaleza, practican desde hace mucho esta forma única de producir verduras, frutas y hortalizas. Es una herencia recibida tras la Primera Guerra Mundial, cuando las autoridades le ofrecieron tierras a los trabajadores desempleados y a los granjeros. Con el tiempo, esta iniciativa llegaría a formar parte de una verdadera cultura de agricultura urbana entre sus ciudadanos.
Hoy en día, esta nueva filosofía de vida tiene sus principales adeptos en los pueblos y en pequeñas ciudades suizas como Rheinfelden, Schffhausen o Solothurn. Sin embargo, en grandes ciudades como Berna, Lucerna o Zúrich no son tan visibles, pues la falta de espacio es el principal problema a la hora de plantearse crear un huerto urbano.
El renombrado fotógrafo y ambientalista francés Yann Arthus-Bertrand tomó instantáneas desde las alturas de Les Avanchets y las publicó en su sitio en internet promoviendo la iniciativa de esta ciudad, una localidad en la que sus habitantes han optado por una forma única de cultivar alimentos orgánicos para su propio consumo y para intercambiarlos con sus vecinos.
Los residentes consideran que los huertos urbanos en los que principalmente cultivan pequeñas frutas como fresas, frambuesas, moras, etc., y hortalizas y verduras como ajos, cebollas, zanahorias, patatas, lechugas, calabacines, tomates, espinacas, coliflores, etc., son una respuesta concreta a las múltiples necesidades de las comunidades ciudadanas y del medio ambiente, pues permiten invertir positivamente el tiempo libre y ponerse en contacto con personas que viven en el distrito.
Además, emplean para su producción métodos de agricultura sustentable, enseñan a los niños cómo se cultiva una fruta o una hortaliza y, de paso, ponen en práctica conocimientos antiguos que se unen en pro de la sustentabilidad, la cohesión social y una mejor calidad de vida para todos.
Estos huertos urbanos, a su vez, generan actitudes solidarias que perduran de por vida, como el trueque con vecinos o la venta de productos sobrantes para obras de caridad. También se ha conseguido aumentar los niveles de aire puro de Les Avanchets en un 24%, reduciendo, de este modo, la contaminación ambiental.
Aunque la agricultura urbana vive en estos días su máximo apogeo en todo el mundo, sus raíces hay que buscarlas en los inicios de la ciudad industrial del siglo XIX.
En países como Inglaterra, Alemania o Francia, las autoridades locales y las grandes fábricas se vieron obligadas a ofrecer terrenos a los trabajadores para completar sus recursos y mejorar las condiciones de vida en los barrios obreros.
Los huertos para “pobres londinenses” (poor gardens), surgidos en plena efervescencia industrial del siglo XIX y principios del XX, cumplían básicamente funciones de sostenimiento, salud y estabilidad social.
Se concibieron como elementos que aliviaran las condiciones de hacinamiento, insalubridad y falta de recursos en los barrios obreros. De hecho, la primera asociación de hortelanos urbanos que se conoce surgió en 1864 en la ciudad industrial alemana de Leipzig.
En la actualidad, esta práctica va en aumento y en países como Alemania, Francia, España, Inglaterra, Canadá y Estados Unidos, es un movimiento en auge que combina el regreso a lo auténtico junto a un respeto por el medio ambiente y a un intento por conseguir unas relaciones humanas entre vecinos mucho más cercanas y afables. ■