A finales de la década del 90, un grupo de buzos profesionales recuperó una partida de botellas de champagne de la firma Heidsieck, cosecha 1907, que llevaba más de un siglo en el interior de la bodega de una goleta que había naufragado en el mar Báltico en su trayecto hacia Rusia.
Una veintena de estas botellas fueron vendidas en la casa de subastas Christie’s de Londres. Lo más sorprendente fue que en una cata previa, algunos afortunados pudieron comprobar que el champagne era idóneo para ser consumido e increíblemente fresco para su edad, con un color pajizo dorado y con burbujas proporcionadas y en buen estado.
Los catadores afirmaron que su sabor recordaba a las manzanas y a los membrillos maduros y que poseía un inesperado toque floral. Parece que las frías aguas del mar, junto a la oscuridad, conservaron el vino en buen estado y preservaron sus propiedades organolépticas.
Otro caso muy similar sucedió cuando la famosa firma Möet & Chandon quiso celebrar el cambio de milenio con un fastuoso coupage (mezcla) de algunas de sus mejores cosechas del siglo XX.
Tomaron las mejores añadas de cada decenio, las mezclaron y las colocaron en 323 botellas magnum (de 1,5 litros cada una) que bautizaron con el nombre de L’Esprit du Siècle.
La mayoría de estas botellas se consumieron en eventos sociales de la maison, y algunas se llegaron a vender a un precio que rondaba los €18.000 (casi US$20,000). El elixir que encerraban estas botellas míticas fue, según los expertos, algo muy parecido a tocar el cielo con las manos.
Estos dos casos son una muestra fehaciente de cómo el tiempo puede llegar a crear un champagne excepcional.
En la actualidad, algunas de las mejores maisons francesas tienen una lista de champagnes muy viejos destinados a clientes exclusivos y entendidos, y a quienes no les importa pagar precios exorbitantes.
Otra marca que también ofrece este producto excepcional es Dom Pérignon, que hace algunos años creó la línea Oenothèque con varias cosechas extraordinarias, entre las que destacan las de los años 1973, 1980 y 1985.
Si usted quiere adquirir alguna de éstas, sepa que el mercado es muy limitado, que las maisons no venden así como así estas reservas que guardan celosamente, y que tampoco existen tiendas especializadas en ofrecer este tipo de champagnes, ya que son una rareza.
Conseguir alguna botella antigua de Bollinger, Krug, Louis Roederer o Taittinger es una labor de búsqueda personal que podrá disfrutar visitando y rebuscando en tiendas y enotecas.
Si encuentra alguna, disfrútela o guárdela, pues con el tiempo se convertirá en toda una inversión y en una pieza fundamental de su bodega privada.
Si lo almacena en un lugar oscuro, fresco y húmedo, ese champagne, que algunos desecharían por ignorancia, puede continuar madurando en la botella durante décadas y llegar a convertirse en un distintivo objeto de deseo. ■