Es mediodía y el implacable sol del verano pareciera que puede derretir hasta el asfalto. Entre tantos rascacielos de Nueva York se alza un edificio con identidad propia, escalonado y acabado en granito. Es el 945 de Madison Avenue. Sus grandes ventanales y protuberante ventana invitan a recrearte con sus más de 18.000 obras permanentes y una suculenta oferta de exposiciones temporales imprescindibles. Se trata del Museo Whitney de Arte Americano.
ROBERT IRWIN. Scrim Veil-Natural Light, Whitney Museum of American Art, 1977.
Una de ellas, Scrim Veil—Black Rectangle—Natural Light, permite apreciar el trabajo del maestro de la instalación, la luz y el espacio Robert Irwin. Hace 36 años, el artista tomó la cuarta planta del Whitney Museum y la convirtió casi en leyenda. Lo que hizo fue un experimento radical debido a su sutileza: utilizó, simplemente, una pantalla de poliéster translúcido que dividía el espacio abierto, extendiéndose desde el techo hasta la altura de los ojos, con una línea negra pintada en la pared que creaba la sensación de ver rectángulos flotantes. A eso se añadía la luz natural que entraba por una de las ventanas como única iluminación. Cuando los visitantes llegaban, podían pensar: “vaya, una habitación vacía”, pero inmediatamente se sumergían en la experiencia que el artista quiso plasmar. Donna De Salvo, curadora jefe del Museo y directora adjunta de programación, ha querido rescatar esta obra en la que, la única diferencia con la de años atrás, está en la luz natural, ya que en 1977 se expuso en primavera. Irwin, a quien no le gusta demasiado mirar atrás, confiesa: “Yo siempre pensé que ésta fue una buena obra. Me enseñó un montón de cosas”.
La presentación va acompañada de una versión digitalizada del catálogo de Irwin, publicado por el museo en 1977, que incluye una combinación ambiciosa de imágenes, planos de proyectos y textos teóricos escritos por él mismo, así como información biográfica y de la exhibición.
DAVID HOCKNEY. Los malabaristas, 2012.
Y de la sutileza del veterano de la luz pasamos ahora a la premier del artista David Hockney en video instalación: The Jugglers. Esta obra, cuyos curadores son Chrissie Iles, Anne y Joel Ehrenkranz, también se expone este verano. El vídeo fue filmado usando 18 cámaras fijas, que grabaron a un grupo de malabaristas a medida que avanzaban en procesión, a través de una red de 18 pantallas. Las figuras, vestidas de negro, lanzaban al aire objetos coloridos brillantes frente a un muro rosa y sobre un suelo azul. Todo ello creaba una composición vibrante, cuya energía se hace más potente gracias a la animada banda sonora que lo acompaña. Esta creación, compuesta desde múltiples perspectivas, demuestra cómo la tecnología puede abrirnos a nuevas formas de mirar y crear las imágenes.
Sobre el edificio de granito cae la tarde. El día empieza a apagarse, pero dentro del Withney Museum la luz de Irwin y el vibrante color de Hockney siguen brillando. ■