Entrar a la casa de Humberto Calzada es como traspasar el límite físico de una de sus obras. Nos espera junto a su esposa, Carmen, tras la puerta que podría ser Entrada a un pasado imaginario (1995) o The Icon: Homage to Cundo Bermudez (1993); podría ser Indiscreción (1996), pero tenemos una Invitación a tomar café (1992).La obra de Humberto Calzada (La Habana, 1944; Miami) podemos verla a través de los motivos recurrentes que predominan en ella.
En el periodo inicial, que comienza en los años 70, podemos distinguir dos facetas. En la primera pinta obras con mucho colorido y líneas ondulantes, como en Casa de campo (1975). Ríe al decirnos: “fue una etapa muy psicodélica”. Se percibe, sobre todo, que el artista está buscando un camino de expresión. La segunda faceta de este periodo, que se puede identificar en obras como Balcón de Finca (1973) y La Balaustrada (1974), señala hacia dónde se dirige: la pintura de casas y vitrales perfectamente delineados e identificables en el trazado urbano y el diseño de la ciudad de La Habana.
El segundo periodo coincide con lo que podría ser el desarrollo de la pintura de casas de vitrales, comienza en los años 90. Las inundaciones ponen el acento de abstracción y dialoga, además, con otras obras de la Historia del Arte Cubano: Years of Fading Symbols(1995); The Remains of the Legacy: Homage to Amelia Peláez (1994); The Stable: Homage to Wifredo Lam (1993); The Collapse of an Island (1998).
Calzada continúa pintando sus casas de vitrales y trazados clásicos y abstractos.
En 2007 comienza una serie muy poco conocida en la que aparece otro de los motivos recurrentes de su obra: las islas “flotantes”; Islas (2010). Es una serie que rompe lo que hemos podido llegar a identificar con el estilo del autor. No se incluye en el catálogo que puede servir de guía de su obra porque en 2006, cuando The Lowe Art Museum, University of Miami, publica el catálogo, en ocasión de la exposición Humberto Calzada: In Dreams Awake, A Thirty-years Retrospective, esta serie aún no existía.
En el año 2011 presenta la colección “de fuego”. Como la serie de islas, esta colección representa una ruptura, esta vez muy drástica, en el estilo y en la obra de Calzada. Son pinturas con un alto grado de dramatismo: The Annunciation y What Remains. En ella encontramos una Habana bombardeada y colapsada por el fuego y la intensidad que conlleva. Son obras de gran formato y, hasta ahora, esta ha sido su única exposición.
La nueva serie, en la que ha comenzado a trabajar muy recientemente (2012) y que aun no ha sido expuesta, se nutre de todos los periodos anteriores de la obra de Calzada. Quedará en la retina del espectador como la obra de la restauración: If Antonia Had Known (2012).
Su formación como artista es autodidacta. Calzada es ingeniero industrial, aunque su primera opción era la arquitectura. Encontró su lugar en el arte, en la pintura, después de haber trabajado en ingeniería durante siete años. Comenzó a pintar como hobby, pero “a la vez que comencé ¡cada vez pintaba más y trabajaba menos!».
La arquitectura colonial de Cuba ha sido una notable fuente de inspiración. Según Calzada, desde el inicio del exilio, había en Miami todo lo cubano que se podía desear: la gente, las comidas, la música; “pero lo que veíamos en la arquitectura era muy diferente; y yo la extrañaba mucho”. Como otros artistas y como los exiliados cubanos en general, le afectaba la carencia provocada por la percepción visual de la ciudad.
Reconoce que aunque sea realista, en ocasiones su obra se sitúa en la línea del surrealismo (las piezas de inundaciones, por ejemplo). “Juego con la arquitectura y la memoria para expresar mis sentimientos de desarraigo, de soledad, de pérdida de raíces y de esperanza”. Es significativo que en la obra de Calzada no haya representación humana.
Humberto Calzada cuenta de su vida en Cuba, de los recuerdos de la infancia, muestra su álbum de familia. Luego, habla de cómo salió adelante en Miami y enseña más fotos. La familia de Calzada parece una oda a la belleza; se respira armonía y buen gusto en su casa. Carmen es la mujer más discreta que he visto de cuantas mujeres comparten su vida con un hombre que tiene un talento creativo de tan enorme notoriedad. Nos sirven el café en el salón de La danza de los millones (1989).
Le hemos preguntado por las losas en blanco y negro, motivo recurrente en su obra: “En tres de las casas de mi familia las había. Específicamente en la casa de un tío (el más viejo de la familia que era como el patriarca), ahí era donde toda la familia almorzaba muchos domingos. También las había en la casa de mi abuela y en la casa de otra prima. Aunque ese piso es esencialmente europeo, se encontraba mucho en las casonas coloniales de Cuba. Yo, por lo menos, lo asocio siempre con lo cubano”.
Vemos las casas coloniales cubanas pintadas por Calzada: el puntal alto, los ventanales del suelo al techo, a los que coronan los típicos vitrales y, un poco más allá o engarzados en el ventanal, las balaustradas de rejas con arabescos y motivos florales. Al fondo el tejado rojo de las casas de la acera de enfrente. Y vamos perdiendo la perspectiva, la decoración de la casa de Calzada, su estudio, sus obras… reproducen esa vida y nos devuelven a esa Habana.
Le preguntamos por su primera obra y el destino que ha tenido: “Mi primera obra fue La primera casita (1972). Una pequeña obra en papel, pintada con acuarela amateur. Pertenece a mi colección. No la vendo por nada”.
Aprovechamos el tono de intimidad para indagar por otras obras de las que no se desharía y por su colección privada. Tiene una serie de piezas que le ha regalado a su esposa y comienza a pensar en el ordenamiento de una colección para sus nietos. Su colección de otros artistas es “pequeña”, dice, y está compuesta por obras de Rafael Soriano, Agustín Fernández, Cundo Bermúdez, Amelia Peláez, Gay García, Connie Lloveras; y dibujos de Rafael Vadia, Pablo Cano y del colombiano Félix Ángel«.
¿Cómo percibe que se integra su obra dentro de la Historia del Arte Cubano?, “No me siento ni siquiera seguro de estar en la Historia del Arte Cubano. Mi obra se ha incluido en varios libros sobre Arte Cubano, sobre todo en los del exilio y en los que incluyen a pintores de ambos lados. Pero no puedo exhibir mis obras en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana y, a veces, me siento discriminado por no ser un pintor de la Isla”.
No sabe si él expondría en Cuba mientras haya una dictadura pero tampoco ha tenido la opción de decidirlo. “Exploré la posibilidad, aunque con reserva. La respuesta que recibí fue que ya el Museo admitía exhibir cuadros de los exiliados que se fueron siendo ya pintores reconocidos, como Cundo Bermúdez, Rafael Soriano, Mijares, etc.; que ya exhibían a los autores de las generaciones de los 80 y los 90, que se fueron de la Isla pero que fueron formados por la Escuela Nacional de Arte (ENA) o el Instituto Superior de Arte (ISA) de Cuba. Pero dijeron que para el grupo mío, que salimos de Cuba siendo niños o adolescentes y nos formamos como artistas en Estados Unidos, no había cabida. La razón: que ya el Museo no estaba bajo el Ministerio de Cultura, sino bajo el Consejo de Estado (en otras palabras, el Gobierno central de los hermanos Castro) y esas era las directrices”.
La obra de Calzada está muy bien valorada en el mercado del Arte Cubano. Las piezas que más vende son las de gran formato. ¿A qué precio se venden sus obras?
“Mis cuadros se venden desde $5 000 hasta $50 000, dependiendo del tamaño. He vendido unas cuantas veces piezas de un poco más de $100 000 pero han sido trípticos o murales que cubren una pared entera”, dice. Aparte de esas piezas, que son las que más interesa vender y comprar, Calzada hace “serigrafías y obras en digital prints (grabados hechos usando una cámara de muy alta definición, después se trabajan en Photoshop y se imprimen en papel o lienzo); el precio de esas piezas comienza en $350 y puede llegar a $3.500. Son ediciones limitadas”.
Calzada hace su propia periodización de su obra teniendo en cuenta el elemento por el cual se encuentra marcada, en este caso: agua y fuego.
A principio de los noventa, comenzó a trabajar en una serie de cuadros que mostraban espacios inundados. “En ellos yo trataba de representar la tragedia y la ruina de Cuba usando la inundación como metáfora. En simbología la inundación representa la mayor tragedia, pero también puede representar purificación y renacimiento. Esa dualidad del mensaje me interesó mucho, pues pensé que ambas aplicaban mucho a Cuba. Hacia el final de esa serie, pensé que como el agua es un elemento, sería bueno que mi próxima serie fuera el fuego”.
Tardó algunos años en materializar esta idea pero, a finales de 2010 el Museo Frost de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) le ofrece hacer un one man show en octubre de 2011, que es cuando presenta su colección de fuego inspirada en la Primavera árabe.
Del fuego, Calzada ha dado un paso al futuro en lo que se podría llamar el periodo de la restauración de la ciudad.
“Acabo de empezar una nueva fase en la que estoy jugando con combinar lo figurativo con lo abstracto. Siempre he trabajado en acrílico sobre lienzo. La única diferencia del trabajo de ahora, o de la técnica de ahora, frente a la anterior es que ahora gran parte del cuadro es abstracto y mi mano, el color y el pincel son totalmente libres y el resultado a veces es una sorpresa”.
Trabaja en una de las primeras obras de esta serie. Es la casa de sus abuelos en El Vedado, La Habana. En estos momentos, se encuentra en un grado muy avanzado de depauperación; lo vemos en las fotografías que ha hecho el propio Calzada cuando viajó a la Isla en 2008. Podemos ver que la casa se cae a trozos, como una cantidad alarmante de las casas de La Habana, tanto de la época colonial como las más modernas. No es extraño que haber visto la destrucción de la ciudad le haya servido como catarsis.
En esta nueva serie, Calzada trabaja a partir de fotografías de la arquitectura colonial cubana, de esa arquitectura que ya está derruida. Humberto Calzada está restaurando La Habana en su pintura. ■