Este es el más reciente ejemplo de que en la última década, cada vez con más frecuencia, vestidos de noche de firmas famosas, mangas de pedrería y volantes con historia han irrumpido en los museos. La alta costura siempre ha reclamado su lugar en el arte y las instituciones culturales han tomado nota de la atracción que provocan los tules y las sedas.
Hasta el Museo Pushkin de Bellas Artes en Moscú se rindió a monsieur Christian Dior dedicándole una retrospectiva. En el Metropolitan Museum of Art (MET) de Nueva York triunfó la muestra Alexander McQueen: Savage Beauty, con piezas ideadas por el diseñador británico fallecido en el 2010. Y los diseños de Marc Jacobs para la casa Louis Vuitton se colaron hace dos años en el Museo de Artes Decorativas de París.
Ahora, la enseña más rentable del primer grupo mundial del lujo, LVMH, podrá desfilar en su propio espacio, pues el pasado octubre se inauguró la Fundación Louis Vuitton en París, cuya sede funciona como museo de arte y centro cultural.
La vinculación con el arte es importante para las firmas de lujo porque les aporta imagen de marca y notoriedad internacional. Muchas de ellas han optado por construir su propio museo con la aspiración de perpetuar su legado y mostrar al público su historia y su herencia, valores fundamentales en la industria del lujo. Precisamente en el 2011 se inauguró en España un nuevo templo de la moda mundial: el Museo Cristóbal Balenciaga, en Guetaria, la ciudad natal del genio español de la moda. Costó 37 millones de dólares y se nutre, principalmente, de los 1.200 trajes que figuran en el balance de la Fundación Balenciaga.
Christian Dior tiene su propio museo en Granville, Francia, y su compatriota Yves Saint Laurent puso su nombre a la Fundación Pierre Bergé-Yves Saint Laurent, en París. En Florencia, Italia, se encuentran el Museo Salvatore Ferragamo y el Museo Gucci, ambos a iniciativa de las propias empresas. Valentino Garavani dio un paso más allá y trasladó su trayectoria al mundo cibernético: el maestro italiano de la aguja abrió, junto con su sempiterno socio, Giancarlo Giammetti, el primer museo de moda digital. ■