Si les propusiera ahora mismo ir a una exposición, seguramente pensarían en una obra que se contemplara con la vista, y si les dijera que pensaran en sonido, les vendría a la cabeza más como complemento de una pieza visual que como una obra en sí misma. Pero, ¿y si les invitara a una exposición dedicada exclusivamente al sonido? El Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York (MoMA, por sus siglas en inglés), se ha atrevido con el reto, rompiendo con la hegemonía artística de lo visual en su exposición Soundings: A Contemporary Score, una revisión sensorial del arte.
CAMILLE NORMENT. Triplight, 2008.
Esta propuesta del MoMA, que se inauguró el 10 de agosto y continuará hasta el 3 de noviembre, reta al visitante a revisar su concepto de exposición, ofreciéndole una “banda sonora contemporánea” compuesta por 16 artistas que exploran los hilos sutiles que viajan entre el silencio, la música y el ruido. La muestra refleja el trabajo de numerosos artistas que investigan y experimentan con el arte sonoro desde una gran variedad de disciplinas: artes visuales, arquitectura, performance o programación informática.
Intervenciones arquitectónicas, visualizaciones de sonido de otro modo inaudible, una exploración de cómo el sonido rebota en una galería, grabaciones de campo; edificios abandonados en Chernobyl tras la tragedia, 59 campanadas en la ciudad de Nueva York o una fábrica de azúcar en Taiwán, forman parte de esta propuesta. Además, el MoMA plantea cómo la forma en la que escuchamos condiciona lo que oímos, concepto patente en esta muestra en la que participan, entre otros, Lucas Fowler, del Reino Unido; Toshiya Tsunoda, de Japón; Marco Fusinato, de Australia; Richard Garet, de Uruguay, y Florian Hecker de Alemania.
Vistas de la exhibición.
Por una vez podremos bajar la guardia de la mirada y abrir el sentido del oído hasta aprender “a visualizar el sonido, una parte importantísima de la experiencia artística contemporánea desde hace ya varios años”, según el director del MoMA, Glenn Lowry. Barbara London, comisaria de la muestra, ha querido “dar un sentido a la textura artística de estos sonidos” y ofrecer un viaje “lingüístico, conceptual y musical”. London nos invita a quitarnos los auriculares que nos separan de los otros y entrar en una experiencia auditiva colectiva.
Las propuestas son de lo más variadas y sugerentes. La noruega Jana Winderen utiliza para su trabajo Ultrafield hidrófonos: micrófonos que captan la sonoridad bajo el agua. Éstos amplifican sonidos de animales que de otro modo serían imperceptibles a nuestros oídos, y como resultado surge una melodía de peces e insectos submarinos. “Lo que más me fascinó de este proyecto es que estos artistas exploran de manera sensible nuestra posición en el mundo”, explica Glenn Lowry.
1. SERGEI TCHEREPNINM. Motor-Matter Bench, 2013.
2. JANA WINDEREN. Disco Bay, 2007.
3. HONG-KAI WANG. Still from Music While We Work, 2011.
4. RICHARD GARET. Before Me, 2012.
5. STEPHEN VITIELLO. A Bell for Every Minute. 2010.
Mass Black Implosion es la obra del australiano Marco Fusinato, quien pinta el ruido con líneas de tinta que chirrían en una partitura convencional. El danés Jacob Kirkegaard nos muestra el sonido del apocalipsis nuclear de Chernobyl en AION. La escocesa Susan Philipsz reinventa la sinfonía Estudio para cuerda que el checo Pavel Haas escribió en un campo de concentración antes de morir. El alemán Carsten Nicolai juega con los círculos concéntricos que una sutil vibración sonora genera sobre el agua en su obra Wellenwanne Ifo; el estadounidense Richard Garet pone una canica sobre un tocadiscos antiguo en Before Me, y en la pieza Microtonal Wall, de su compatriota Tristan Perich, se juntan hasta 1.500 altavoces.
“Con esta muestra hemos hecho un esfuerzo casi científico”, explicó el director del Museo, quien recordó el impulso continuo del MoMA en “seguir a los artistas allá donde se dirijan». Una vez más el arte nos convoca a experimentar con los sentidos. Escuchemos esta vez en el MoMA lo que esta exposición viene a susurrarnos. ■