En obvio contraste con el distinguido barrio de San Ángel, en la Ciudad de México, resaltan los intensos colores y la exuberancia geométrica de la casa estudio de dos hitos culturales del siglo XX: Diego Rivera y Frida Kahlo.
Actualmente convertida en museo y espacio cultural, la casa estudio de Diego y Frida fue la primera construcción del movimiento moderno del continente americano. Su creador y amigo personal de Diego, el arquitecto Juan O’Gorman, aceptó la petición del pintor de construir un estudio que también fuera vivienda, dividido en dos bloques, uno para él y el otro para su esposa Frida.
Revolucionario para su época e influenciado por los conceptos y teorías vanguardistas de Le Corbusier, el “extravagante” diseño de O’Gorman causó una fuerte controversia en la década de 1930. El rompimiento de los esquemas tradicionales de la arquitectura mexicana fue marcado por su combinación del funcionalismo acérrimo de la posguerra con el muralismo arquitectónico.
Con el paradigma de invertir el mínimo de dinero y de trabajo, la obra se realizó con espacios prácticos que se adecuaran a la actividad a la que fueran destinados y con el uso racional de los materiales, anticipándose así a lo que más tarde fuera una constante en la arquitectura moderna.
El hormigón, la electricidad y la plomería expuestos fueron parte de la propuesta funcionalista de O’Gorman. El área destinada a los estudios fue solucionada con grandes ventanales de piso a techo. Este diseño ofrecía el intercambio necesario con el entorno y la luz natural requerida para que no se alteraran los colores en la obra de los maestros.
El bloque rojo del edificio representaba a Diego: el fuerte muralista creador de figuras robustas y grandes formatos. El bloque azul era Frida: la delicadeza de la pintora de caballete y sus desgarradoras obras. Un puente entre las dos edificaciones era el lazo simbólico de su simbiótica relación.
La pareja fue a vivir a la casa estudio en 1934, al regreso de su estancia en Estados Unidos, y en ella la pintora realizó Las dos Fridas, El ojo avizor y Lo que el agua me dio, entre otras obras que consolidaron su carrera. También la casa fue testigo del sufrimiento por su dolorosa enfermedad, que siempre enfrentó con valentía. “Pies, para qué los quiero, si tengo alas pa’ volar”. Fue este el legado que dejó Frida en su arte.
Diego, por su parte, creó en esa casa gran parte de su obra de caballete, compuesta por más de 3.000 piezas. La casa también albergó su colección de judas y calaveras, parte de la cual aún se conserva en ella, además de una importante compilación de arte prehispánico y artesanía mexicana.
Tanto Frida como Diego habitaron la casa hasta el día de la muerte de ambos, ocurrida en 1954 y 1957 respectivamente. Cada rincón, cada mueble, cada pieza que conserva esta casa estudio, revela en un susurro la esencia de la tormentosa relación y el poder creativo de estos dos genios del arte mundial.
El Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo alberga una exposición permanente de obras, muebles y objetos personales de ambos artistas. En él también se realizan diversas actividades culturales, como cursos y talleres artísticos, conferencias, actividades para niños, exposiciones temporales, proyección de videos y “cine al aire” en el patio interior de la casa. Actualmente se exhibe Épica y gloria monumental, una retrospectiva del escultor mexicano Ernesto Tamariz.
“Riendo alegremente, me cogió de la mano y me llevó por toda la casa, que parecía estar vacía, hasta su cuarto. Hizo desfilar ante mí todas sus pinturas. Éstas, su cuarto y su chispeante presencia me llenaron de una alegría maravillosa. No lo sabía yo entonces, pero Frida ya se había vuelto lo más importante de mi vida”.
Diego Rivera. ■